Como indicábamos en un reportaje anterior, ésta es la continuación de dicha travesía pero más centrada en las tareas del campo de sus habitantes.
Pudimos ver a los niños en las casas de campo con sus columpios hechos a mano, mientras sus padres trabajaban.
Algunas casa eran más tradicionales, otras eran más modernas, pero siempre acordes con el paisaje y muchas de ellas se ofertaban como Casas Rurales para el turismo de montaña. Se está construyendo mucho y bien, tienen experiencia en la construcción y la dureza del clima en invierno no permite otra cosa. Lo que no quita que sigan los graneros tradicionles donde también se almacena la leña para el invierno.
Cuando pasamos junto a una casa nos encontramos con una niña atareada en su jardín de flores, le pedimos hacernos una foto junto a ella y sus plantas, accedió tímidamente hacerse la foto, hasta que finalmente conseguimos arrancarle una sonrisa.
Luego no se conformó con darnos una flor que le solicitamos, sino que nos dio un abundante ramo de ellas.
Llega el tiempo de comer algo con las vistas de todo el valle y sus poblaciones a nuestros pies. Hace un fuerte viento que azota algunos olivares del camino y las nubes coronan las montañas más altas, pero el tiempo nos da un respiro parapetados a la vuelta del camino.
Además, podemos observar algunas rarezas florales desde orquídeas y deliciosos fresones silvestres, hasta la flor del cardo silvestre (carlina acaulis), que sólo se da en la Europa Central y en España en los altos prados de montaña que van desde Cantabria a Pirineos.
Cuando empezamos a adentrarnos en el pueblo, observamos a los agricultores afanados en su tarea de segar los altos pastos con la guadaña, vigilados estrechamente por las aves de corral como las gallinas y los pavos.
Un poco más allá vemos cómo las mujeres tienden y se apresuran en su tarea de envasar verduras y mermeladas, dejándolas preparadas para el largo invierno, ante la orgullosa mirada de su padre.
Finalmente, se alternan las bucólicas imágenes de ovejas, los bueyes o el típico burro ataviado con sus vestimentas tradicionales, …
en contraste con los todoterreno de los chalets.
Nos despedimos de las montañas, no sin antes poder hablar con una aldeana mientras preparaba una suculenta mermelada de moras.
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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
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