Fué una mañana especialmente fria. Corría el mes de diciembre, y creo que faltaban un par de días para la Nochebuena. Country Sessions envió una avanzadilla a Venecia, en Italia, para ver de que eramos capaces, como siempre, en poco tiempo y con poco equipaje.
Pronto sabíamos lo que queríamos y habíamos hecho los deberes antes de aterrizar. No se puede decir nunca que vas a hacer algo a tiro hecho, aunque se trate de una ciudad. A las siete de la mañana ya estabamos desayunados y esperando el vaporetto que nos llevaría a la isla de Murano.
No nos costó poco convencer a los maestros sopladores del vidrio para que nos abrieran las puertas de sus talleres, pero ahí estabamos pelados de frio entregados con los grandes angulares intentando captar la esencia de este arte.
El cristal de murano es mundialmente conocido por su calidad y por su elevado precio. Tuvimos la suerte de ver en directo trabajando al maestro encargado de hacer a mano y a pulmón una por una la cristaleria y las copas de champagne de la cena de nochevieja del mismisimo presidente Berlusconi.
El maestro, un tipo amable y con una bella ayudante nos atendió el tiempo necesario pero sin dejar de pulir una a una esas copas. Como anecdota nos contó otro de los maestros que después de soplar el vidrio incandescente y de dar forma a la figura deben de dejarlo enfriar en un horno cuya emperatura es de 600 grados centigrados.
Como curiosidad, para hacer la fotografía de abajo, me depilé a fuego rápido todo el brazo al meter la mano en el horno. En fin, cosas del oficio.
Texto y fotografías : Ángel Trotter / countrysessions.org