Como si fuera el buque insignia de la cultura lírica de ciudad, el Teatro Real navega por el Madrid de los Austrias.
Podría parecer una exageración o una licencia literaria, pero la verdad es que el paralelismo entre la estructura del edificio y un portaviones es muy grande.
No olvidemos que se encuentra junto a la calle Arenal, que debe su nombre al tipo de terreno sobre el que se asienta y a las aguas subterráneas que corren bajo la superficie. Éstas fluyen de tal manera que cuando aumenta el nivel de lluvias es necesario que pongan en funcionamiento en los sótanos del edificio las bombas de achique.
Por otro lado, en la última remodelación de 1966, como no podía ensancharse hacia los laterales para deslizar los diferentes escenarios de cada acto teatral, tuvo que crecer en altura y en profundidad.
Efectivamente, el largo de la parte trasera del escenario que queda oculto al público sí da la medida suficiente y las pesadas plataformas se retiran hacia atrás y suben y bajan por los distintos niveles de los sótanos.
La altura final de todos los pisos juntos del interior llega a alcanzar los 77 metros. Como muestra acertadamente en un boceto de su arquitecto J.M. González Valcárcel, podría albergar a la emblemática torre de la Telefónica que durante muchos años destacaba sobre la silueta del Madrid antiguo.
Al igual que en el puesto de mando de un portaviones con sus plataformas que suben y bajan aeroplanos, el Teatro Real sube y baja escenarios enteros, materiales de utilería y pesados focos desde alturas de 33 metros que originan un complicado entramado de cables perfectamente sincronizados por los grupos del equipo de técnicos.
Por motivos de seguridad no se pueden fotografiar los mecanismos interiores, y nos tendremos que conformar con mostraros una magnífica maqueta que nos enseña cómo se mueven los distintos pisos escenográficos con el ejemplo de una obra de La Bohème que se estrenó en 1998.
Y para el sistema de cableado de altura sólo podremos observar esta foto realizada sobre un mural fotográfico de J. M. Ballester. Como consecuencia de todo este sistema de cableado y contrapesos el ruido que se produce apenas se percibe en escena.
Gracias a las expresivas explicaciones de Javi, uno de sus Técnicos, pudimos comprobar la complejidad de esta labor a la que se dedica apasionadamente. Nos enseñó algunos de los trucos de iluminación para no ser vistos por el público mientras maniobran durante la representación, van todos de negro como si una película de espías se tratara, supimos lo que es un muro de iluminación, que hace invisible todo lo que hay detrás, y cómo mediante los juegos de luces algunos actores superan el miedo escénico que les produce la visón de los espectadores. Baste decir que cada palmo del escenario está perfectamente señalizado para que no haya ninguna descoordinación entre técnicos y actores, la cual supondría arruinar la magia del efecto dramático o lo más grave de todo, una caída desde una altura de 16 metros.
Como era día de ensayo no pudimos acceder al interior de los camerinos y el escenario, pero la profesionalidad de Hortensia, una de las guías voluntarias del Teatro Real, pudimos saber de las mil u una historias que se producían en su interior y sobre las obras de arte situadas en los salones de recepción.
A modo de ejemplo está este cuadro de una bailadora que su padre no la dejaba bailar flamenco, pero que a la muerte del mismo, situó dicho baile en su justo lugar estrenándose en este teatro.
Son interminables las anécdotas sobre los cuadros costumbristas,…
Sobre la familia real, como la del Castrati, reflejado en este magnífico espejo de cristal tallado, que vino temporalmente a la corte para que pudiera calmar el estado de ánimo del rey y que pudiera así conciliar su sueño. Posteriormente, dado el buen resultado obtenido prolongó su estancia durante varios años.
Pero si el espejo tiene un gran valor artístico, no es menor el valor de los tapices reales…
del tallado de las lámparas de cristal…
de los cuadros colgados de las paredes…
algunos de los cuales fueron diseñados inicialmente para ser situados en el techo…
Finalmente nos despedimos con los restos de una subasta de material escénico que pese a su pesada y realística apariencia, sólo eran parte del ligero decorado artificial.
Para saber más pinchar sobre el enlace del Teatro Real
Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org