Frías un castillo en lo alto de la llanura de las Merindades. (Burgos)

Dominando la zona sur de Las Merindades se encuentra este conjunto histórico representativo de los refugios contra las Razias árabes que se construyeron en la zona central  de la Meseta durante  la Edad Media  y que dieron nombre al Reino de Castilla.

La invasión islámica muchas veces no se asentaba  en las tierras conquistadas, sino que se limitaba a incursiones periódicas con el fin de hacerse con un botín de guerra y la intimidación para futuras invasiones.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

Desde lo lejos se pueden ver el conjunto amurallado, pero es cuando nos acercamos que descubrimos un magnífico puente de piedra  con una torre defensiva en medio. Desde el túnel de la torre podemos hacermos una idea de cómo se sentirían los que llegaban a la ciudad: comerciantes, peregrinos, buhoneros, etc.

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Pero si impresiona el  tamaño de las murallas recortadas en el azul del cielo, si tenemos la suerte de llegar justo a la hora del atardecer, la hora bruja de la luz, no sabremos dónde dirigir la mirada, si  al dorado del sol recortado por las ventanas de la muralla o éste mismo tono dorado reflejado en las fachadas de las casas y de la iglesia.

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Una vez dentro de la ciudadela, el perfecto estado de conservación de sus casas y del empedrado de las calles podría parecer que nos retrotraemos a un pasado incierto y fuera de cualquier tipo de vitalidad, pero nada más lejos de la realidad.

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Si bajamos un poco el objetivo de la cámara comprobaremos el pulso de sus calles llenas de gente de todas las edades, ya sean turistas, antiguos habitantes que vienen de la ciudad  a  reencontrarse con sus raíces o simplemente gente de la zona que se reúne después de la dura jornada de trabajo para relajarse y comentar las incidencias del día o acudir a la misa de los oficios de Semana Santa.

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A propósito de los turistas y de los nativos del lugar, alguien dijo que  hay dos tipos de hombres, los que les gustan las matemáticas y los que no saben que les gustan. Esto lo podíamos aplicar tanto a los viajeros que buscan reflejar en sus cámaras de fotos la armonía de las proporciones de los edificios, como a los vecinos del pueblo que quisieron imprimir el baile rítmico  y geométrico de las formas en los mismos.

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Finalmente, llegan los últimos rayos de luz que se filtran por las montañas para iluminar exclusivamente las poblaciones que se hayan a sus pies, destacándolas sobre el resto de la llanura.

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¿Será una mera casualidad o quizás será fruto de un cálculo riguroso hecho por sus habitantes al igual que la luz que penetra por un determinado sitio en las pirámides egipcias, o sin ir más lejos, la que entra por el rosetón de la fachada de la iglesia que cuyo último suspiro del día da a parar justo en el altar de la misma?

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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Las cuevas de Ojo Guareña y la Merindades de Burgos