Cuando los machos de las cabras montesas se enfrentan, el sonido del choque de sus cornamentas resuena en todo el valle.
Las Cabras Montesas presentan un dimorfismo sexual donde los machos desarrollan enormemente su cornamenta para defenderse de sus depredadores, pero la fuerza y la habilidad para manejarse con ella se la tendrán que demostrar a las hembras mediante duros enfrentamientos con sus compañeros de género.
Generalmente durante todo el año se forman dos grupos, uno de machos y otro de hembras, que sólo se ponen en contacto durante los meses de noviembre y diciembre en que se producen las disputas por las mismas.
Es por esto, que nos extrañó ver al grupo de machos de Gredos en el mes de mayo y cuando están cambiando el pelaje, en pleno enfrentamiento. Y es que durante todo el año los ejemplares más jóvenes están midiendo y ensayando sus fuerzas.
Al atardecer, cuando el Sol ya no aprieta, se inicia la toma de posiciones con empujones laterales para desplazarse los unos a los otros de las rocas.
Continuarán con las primeras peleas de los cuernos, donde se llegarán a enfrentarse hasta varios ejemplares a la vez.
Se llegan a poner de pie para medir la estatura y fuerza.
Y si alguna no quiere pelearse, cualquier método será bueno para provocarla, incluso montándose encima de ella hasta que se revuelva.
A todo esto, el gran macho está apartado contemplando pacientemente las disputas de los más jóvenes hasta que se ve involucrado y lo obligan a ponerse completamente vertical sobre sus patas traseras para demostrar todo su poderío y musculatura.
Cuando la pelea se pone en marcha la técnica es sencilla. Se suben a lo alto de las peñas y se ponen de pie incluso dando un pequeño salto en el aire para coger más altura, para luego dejarse caer brusca y lateralmente sobre la cabeza del contrario.
Finalmente, con los cuernos enlazados empezará la medición de fuerzas empujando con el cuello, las patas y todo el cuerpo hasta desplazar al otro.
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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
Muy interesantes las fotos de las cabras montesas,tuviste que dedicarle tiempo supongo, no creo que te posaran.
Saludos
Gracias Jose, la verdad es que fue una ocasión única, que te pasa una de cada cien. Si lo miras desde fuera, ese día fue relativamente sencillo. Al atardecer cuando ya todo el mundo se iba de la zona me di cuenta del inicio del movimiento de las cabras y decidí arriesgarme y no dejar pasar la ocasión para desviarme y acercarme, al contrario que el resto de los excursionistas que la mayoría se fueron y los que se quedaron lo hicieron porque me vieron hacer las fotos. Además, no respetaron la zona de seguridad de las cabras y se acercaban con el móvil o con cámaras similares como si fuera un rebaño de cabras domésticas hasta que las pusieron en fuga.
Por el contrario el naturalista o el fotógrafo de naturaleza respeta a los animales y esto supone andar como me habéis visto cuando iba con vosotros, cargando con una mochila de 8-10 kg sólo con material fotoográfico por toda la montaña, haga frío o calor, y salir esas cien veces al campo sin poder hacer una foto, para que en una de ellas la Naturaleza juegue a tú favor.
Por supuesto además de ésto hay que estar siempre alerta y tener el suficientemente conocimiento del medio como para descubrir las posibilidades de la oportunidad y para no molestar a los animales. “Que no se note que has pasado por allí”, como dice el Manual de Ética del Fotógrafo de la Naturaleza.