Cuando me comentaron de acudir al observatorio de día, mi primera pregunta fue ¿Es posible? Ésta sorpresa no sería la única que me encontraría al visitarlo.
Pues sí, es posible “ver” las estrellas de día, ya que este observatorio analiza las longitudes de onda que emiten las estrellas y planetas. Pero como comentaba, ésta no es la única sorpresa que me llevaría dentro de esta especie de parque temático de la astronomía.
Situado en medio de la nada de Castilla la Mancha, este conjunto de antenas espaciales con la precisión de un reloj atómico pertenece al selecto grupo mundial de observatorios astronómicos que al sincronizarse para estudiar un punto en concreto del espacio se comportan como una única antena de dimensión planetaria.
Ya en sala de divulgación del aula central nos encontramos con un museo con reproducciones a escala de los primeros telescopios que se desarrollaron en la época de la Ilustración y de carteles explicativos de las paredes, junto con las explicaciones de los profesionales que nos comentarán maravillados las exactitud de las mediciones de las antiguas civilizaciones con la simple ayuda de la vista.
Si ésto nos pareciera poco, nos introduciremos una especie de iglú donde se refleja en el techo del mismo toda la bóveda espacial y mediante un proyector podremos ver la evolución de las estrellas a lo largo del año o de las galaxias desde el origen del universo.
Pero lo mejor está por venir, la visita del complejo de instalaciones. Si Don Quijote levantara la cabeza no se enfrentaría con los molinos de viento de su querida región manchega, sino con estos gigantes que parecen tener vida propia y moverse al son de la sinfonía de las estrellas.
Parece mentira que estas enormes moles puedan girar sobre sí mismas sin perder un ápice de su precisión milimétrica.
Andar por sus escaleras y compuertas es como un viaje a las películas de submarinos o, más propiamente dicho, de la Guerra de las Galaxias.
Las sensaciones aumentan cuando te introduces en la sala de máquinas de la “bestia”. Es la envidia de todo científico. Disfrutan como niños explicando de una manera sencilla los complicados sistemas para lograr mediciones de números con comas y muchísimos ceros.
Cuando se visita del puesto de mando de los ordenadores uno se los imagina saltando de la silla para ponerse de rodillas en medio de la habitación haciendo la figura del arquero hacia el cielo y gritando SÍ, SÍ, SÍ, GOOOOL ¡PRUEBA SUPERADA! hemos descubierto un nuevo planeta en la galaxia con posibilidades de vida, hemos conseguido saber con exactitud la posición, forma y dinámica de la Tierra, el seguimiento de los sistemas de GPS o la profundidad de las manchas solares y sus implicaciones sobre el de cosas tan cotidianas como los móviles o del tiempo atmosférico de la Tierra.
Luego visitaremos una especie de búnker en el que todo está tan controlado que se puede medir la aceleración real de la gravedad de la Tierra con sistemas láser.
Pasaremos sobre antiguas instalaciones que debían ser recubiertas con una bola protectora para que no fuesen dañadas las antenas. Hoy en día afortunadamente existen materiales que ya no hacen necesario todo esto. Igualmente la evolución tan rápida de los ordenadores y laboratorios de su interior nos trasladan a la época del “cuéntame” y a una estética vintage en que era necesario “perforar” tarjetas de cartón para introducir programas nuevos.
No podía faltar un telescopio óptico que a pesar de su magnificencia se nos antoja pequeño al lado de las proporciones de sus hermanos mayores electrónicos.
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De acuerdo que el fútbol nos sitúa en el mundo y vende lo que ahora está de moda en llamar la “Marca España”. El fútbol es un deporte que requiere mucho razonamiento espacial para situar el balón en el lugar exacto, anticiparse a las jugadas y reúne los valores del trabajo en equipo, pero deseamos ser conocidos sólo por ello.
¿Cuántos de nosotros se saben la alineación de los equipos principales de la liga de futbol y cuántos podríamos decir el nombre de tan sólo tres científicos españoles actuales de primera fila de todo el amplio abanico de ellos que hay en cualquiera de las ramas de la investigación?
Nos vamos con la alegría de haber podido ver en directo las jugadas del duro trabajo en equipo realizado con unas antenas que sólo cuestan el precio de un kilómetro de autopista. ¿Quién da más por menos?
Para saber más sobre sobre el Centro Astronómico de Yebes
Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org