En Lisboa hay tres ó cuatro zonas imprescindibles para conocer la ciudad, al margen de la correspondiente a la Exposición Universal: El Chiado, Belen, Baixa y la Alfama. En este reportaje nos centraremos en La Alfama.
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La Alfama es uno de los barrios más tradicionales de Lisboa y el más antiguo de la ciudad. Es el barrio de los pescadores y la cuna del fado. La Alfama ha resistido terremotos, incendios y el paso del tiempo. Fué el lugar donde se establecieron los árabes, y conserva ese trazado laberíntico típico de las «kashbas» árabes. Es una zona para pasear y sentir el latido de sus gentes.
Nuestra primera aproximación es exterior para visitar la casa de los Bicos, hoy fundación José Saramago, llamada de los bicos por la fachada en forma de picos diamantinos. A partir de este punto, nos podemos adentrar al interior del barrio a través de innumerables y empinadas calles, escaleras pronunciadas y arcos que nos llevan a plazas, y más calles. Y que nos dirigen desde la parte baja hasta la parte alta, desde donde el Castelo de São Jorge domina.
La calles son empinadas, y las escaleras innumerables, por lo que debemos prepararnos para caminar, con un calzado cómodo. Pero también podemos subir a su parte alta en tranvía, y su línea mas conocida, la 28. Si por algo es conocido Lisboa es por el tranvía, el «electrico», el medio de transporte más característico de esta ciudad.
Recorrer sus estrechas calles es adentrarse en la vida de sus gentes, en sus olores y su forma de vivir, donde la dignidad se refleja en los detalles. Su esencia se observa en cada callejuela, en cada recoveco, y las ropas tendidas nos reciben en cada esquina y balcón.
Sus calles tienen el típico empedrado de adoquines Lisboeta, de color blanco y negro, realizando en ocasiones artísticos dibujos. Este típico empedrado de calles y aceras se debe al terrible terremoto que en 1755 asoló la ciudad. El Marqués de Pombal mandó utilizar los muros y escombros para crear adoquines, y de esta manera barata, «asfaltar» las aceras y las calles.
Barrio sin modernidad ni ostentación, donde las casas cerradas no están abandonadas, sólo esperan mejores tiempos, mostrando en ocasiones un aspecto a veces incluso ruinoso, el cuál hace la zona incluso más atractiva.
Y como olvidarnos de las puertas, con sus colores llamativos, sus cerraduras, sus aldabas, y sus ranuras para que los carteros depositaran las cartas con destino a los vecinos de cada casa del barrio.
Llegando a la parte alta, todos los martes y sábados hay un mercadillo callejero, al estilo del Rastro madrileño, Los Encantes de Barcelona o las Pulgas de París donde podemos comprar antigüedades y productos de muy diversas procedencias… Es la Feria da Ladra ( Mercado de la ladrona ), llamado así porque antiguamente era el lugar donde se vendían y se comerciaba con artículos robados.
Libros antiguos, baratijas, comics, azulejos ( en muchos casos arrancados de las fachadas de los edificios, y en otros simples copias sin valor ), muñecas, juegos de vajilla de porcelana, antiguas cámaras fotográficas, gramófonos…. casi de todo puede encontrarse en este lugar.
Un barrio de detalles, rincones y vistas, donde en cada esquina, en cada muro, puedes encontrar sorpresas, como este urinario público, que hay poco antes de llegar a la puerta principal del Castelo.
En la Alfama hay varios miradores, como el de Santa Lucía, desde donde podemos ver la impresionante vista panorámica de la Alfama y el río Tajo, con la Iglesia de Santo Estevao, la cúpula de Santa Engracia y las torres de São Miguel.
Cerca de este mirador encontramos el Museo de Artes Decorativas, con su fachada roja, creado para exponer las artes decorativas tradicionales portuguesas, y que dispone de una importante colección de muebles, cerámica, porcelana china fabricada para nobles portugueses, objetos de platería y orfebrería, así como tejidos, tales como las alfombras de Arraiolo, de los cuáles ya hablamos en nuestra entrada dedicada a Diamantina, en Brasil.
También es posible encontrar en estas calles el taller de algún artesano que pinta a mano azulejos con los típicos colores azules y blancos de Lisboa, siguiendo los típicos diseños, o dándo un toque más moderno a este antiguo oficio. En algunos casos, incluso fabrican el azulejo desde cero hasta el acabado final.
Si visitas Lisboa, no dejes de reservar un día para perderte por la Alfama, disfrutar de su estilo bohemio, sus calles empinadas, sus restaurantes, su gente, su olor, su sabor. Seguro que no te arrepentirás… quizá un día te sepa a poco.
Texto y fotografías: © Javier Abad y Javier I. Sanchís / www.countrysessions.org
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