En nuestra anterior entrada sobre Lisboa y Belém, empezamos por el final de nuestra jornada.
Sin embargo, el inicio de la misma comenzó de una manera muy dulce. Entre el monasterio de los Jeronimos y la Torre de Belén existe una confitería especializada en los famosos pasteles de Belém. Es parada obligada para desayunar tan deliciosos dulces.
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© Javier I. Sanchís / countrysessions.org
La vieja fabrica de los «Pastéis do Belém» lleva produciendo estos dulces desde 1837, y es dificil que algún turista no ceda a la tentación de tomarse un dulce con café caliente.
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De ahí, nos dirigimos al Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém, que junto con la Torre de Belém, que vimos en nuestra anterior entrada, serían las dos más importantes visitas que podemos realizar en este barrio de Lisboa.
Nos recibe la imponente fachada de este monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983.
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La ubicación del monasterio fué elegida porque allí estaba la Ermida do Rastelo, iglesia donde Vasco de Gama y su tripulación rezarón antes de su viaje, y este se construyó a la vuelta de la India del descubridor portugués, en el más largo viaje oceánico realizado hasta ese momento.
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Es el máximo exponente de la arquitectura manuelina, diseñado por el arquitecto español Juan de Castillo y encargado por el Rey Don Manuel I. Su construcción comenzó en 1514, y fué ampliándose y modificando hasta el siglo XIX.
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Las escaleras nos dan acceso al Monasterio por su Portada Meridional, de estilo gótico tardío con elementos renacentistas, dividida verticalmente en dos cuerpos. En el tímpano se pueden ver representaciones de San Jerónimo y el rey Don Manuel, así como el escudo de armas portugués.
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Entramos en el monasterio y nos dirigimos al claustro, dispuesto en dos plantas, y de una gran belleza. Está realizado en estilo manuelino, y en sus arcos podemos ver repetida la letra M
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Destinado originalmente al aislamiento, la meditación y la oración, también hoy invita a recorrerlo tranquilamente en soledad, disfrutando de su decoración, llena de esferas armilares, motivos marítimos y marineros, además de los religiosos, que conmemoran la vuelta de Vasco de Gama desde la India.
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Sus detalles son tantos que es imposible poderlos describir, y mucho menos representarlos en unas pocas fotografías. Valgan solo estas como una muestra de lo mucho que se puede ver en una visita, si la hacemos con tranquilidad y sin prisa.
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Desde la balconada superior de este claustro de forma cuadrangular, podemos admirar el patio y ver la exquisita decoración de las balaustradas.
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Las columnas, en muchos casos se representan rodeadas por cuerdas de piedra, que de esta manera también recuerdan el origen marinero de la construcción del Monasterio.
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Y las sombras se reflejan sobre las paredes interiores, adornando los muros de la parte interior.
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En un extremo del claustro, en su planta baja, encontramos con la Fuente del León. Los monjes cuando se dirigían al refectorio, se lavaban las manos en esta fuente, apoyándose discretamente en una de sus manos.
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El león, como animal heráldico, representa la fuerza de San Jerónimo, y en este claustro tiene dedicado este lugar especial, mientras que los otro cuatro extremos del claustro no tienen erigida ninguna otra estatua.
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Finalizamos nuestra visita en la Iglesia del Monasterio, con una impresionante altura de bóveda, y sostenida por columnas que parecen demasiado finas para el peso que soportan.
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Y una vez finalizada la visita a Belém, la linea 15 del «eléctrico» nos devolvió a la Plaza del Comercio, para continuar nuestra visita a la ciudad por la Baixa y el Chiado.
Un consejo: Si visitas Lisboa puede ser interesante adquirir la Lisboa Card que permite utilizar el transporte público (tranvías, autobuses y elevadores) sin limite y que además da acceso gratuito a varios museos y monumentos, entre ellos la Torre de Belém o el Monasterio de los Jerónimos, y ofrece descuentos en muchos otros.
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Texto y fotografías: © Javier Abad y Javier I. Sanchís / countrysessions.org
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Bonito Monasterio.