Navegando en busca de ballenas por los Fiordos de Islandia |

Esta vez nos embarcamos en uno de los fiordos del Norte de Islandia para el avistamiento de ballenas.

Una vez vestidos adecuadamente para las condiciones climáticas y tras la foto de rigor junto al barco, iniciamos travesía con la esperanza de poder ver las evoluciones en superficie de las míticas ballenas.

Por lo pronto como señal de buen augurio nos encontramos junto en el puerto al barco una medusa con sus largos tentáculos.

Pero nuestras expectativas parecen desvanecerse porque no conseguimos ver las ballenas y cuando al final podemos ver una pareja de la especie zifio calderón boreal (Hyperoodon ampullatus) parece jugar con nosotros.

Primero sale una a respirar muy lejos de nuestro alcance y cuando nos acercamos a ella, se sumerge en las profundidades y aparece su compañera al otro lado del fiordo. Y así sucesivamente una y otra vez estábamos como el ratón y el gato con el barco.

Cuando ya habíamos descartado toda posibilidad de verlas de cerca, surge una justo de debajo del barco, pareciendo jugar con nosotros como si fuera un pequeño delfín. Era tanta su proximidad que apenas podíamos abarcarla con el encuadre la cámara.

Una vez cumplido el objetivo de ver las ballenas, probamos suerte con el arte de la pesca. También pensábamos que iba a ser una meta imposible de realizar, pero más bien al contrario, era echar la caña y sacar un pez enganchado, incluso llegamos a sacar dos peces con un solo sedal. Por un momento llegamos a pensar que había un buzo debajo del barco que colocaba los peces en el anzuelo, como hacían con algunos monarcas, pero lo bajo de las temperaturas hacían esto del todo imposible.

Luego vino el arte de limpiar y preparar el pescado para nuestro consumo. Por casualidad entre nosotros había gente del País Vasco y de las artes culinarias que se sorprendieron ante la cantidad de trozos del pescado que se desperdiciaba.

La respuesta estaba quizás en la abundancia de pescado o en que el marinero posteriormente extendiera sus manos por fuera de la borda con un trozo de los desperdicios del pescado en sus manos y con la cara de satisfacción de un chiquillo que presume de montar en bici sin tener las manos en el manillar.

Mientras, las insaciables gaviotas se acercaban hacia él para alimentarse.

Era una maravilla poder observar tan de cerca sus habilidades de vuelo con las montañas y costas del fiordo al fondo.

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