Situado en el Sistema Ibérico, en los Montes Universales, que cubren una gran parte de la Sierra de Albarracín, nos encontramos con el pueblo medieval del mismo nombre, reconocido por su belleza y el encanto tanto de su emplazamiento como del pueblo en sí mismo.
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Monumento Nacional desde 1961, Medalla Oro de Bellas Artes en 1966, y propuesta (se le resiste el título) como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no hay duda que en Albarracín (Teruel) nos encontramos con uno de los conjuntos más bellos y pintorescos de la Península Ibérica.
Su emplazamiento, rodeado por un lado por el lecho del río Guadalaviar, fue como no, reconocido como un lugar fácil de defender, mas aún si edificamos sobre el peñón, y si por el otro lado lo rodeamos de murallas, que terminan en el castillo.
Los árabes la llamaron Alcartam, pasando a llamarse posteriormente Aben Razin, nombre de una familia bereber que se instaló aquí, y de la que derivaría su nombre actual. Aunque hay otras opiniones, que piensan que deriva de las palabras celtas «alb», montaña, y «ragin», viña o uva.
Aunque ya la zona estaba poblada desde antes, y en sus alrededores, en lo que ahora se conoce como los Pinares de Rodeno, se pueden observar vestigios del paleolítico, donde podremos encontrar cuevas que fueron habitadas y muestras de arte rupestre con escenas de caza.
Pero más allá de su imponente vista general, las murallas, desde el paseo fluvial o desde la carretera, su belleza también se encuentra en sus calles, que conservan ese sabor de antaño. Cuestas empinadas, calles estrechas, giros imposibles, hacen que el simple paseo, olvidándose de planos y dejándonos llevar sea una experiencia muy gratificante.
En la parte central del pavimento de sus calles, y en las puertas de entrada nos encontramos con piezas de la piedra de Rodeno, la piedra arenisca de color rojo que se observa cuando se visita el Paisaje de los Pinares de Rodeno, cuajado de imponentes moles de piedra de este material, y cuyo color nos acompaña en casi cada rincon de la villa.
De pronto nos encontramos con el azul intenso de la Casa de los Navarro de Arzuriaga , que nos sorprende entre tanto color rojo en el suelo y las fachadas. La casa perteneció a una familia que consiguió su fortuna gracias a la transhumancia.
Otro de los rincones especiales en su Plaza Mayor, y acercarte a uno de sus soportales, cuyos arcos enmarcan la Catedral de Albarracín, construida a partir de 1752 sobre los restos de un antiguo templo románico construido en el siglo XII, es uno de los numerosos atractivos que puedes encontrar.
Girar a izquierda, o a derecha, subir una calle empinada, suavizada con amplios escalones, y tener que decidir de nuevo hacia donde giramos. Esto es Albarracin, bellos rincones en casi cada una de sus calles. Hay que pasear con tranquilidad, mirando hacia delante, hacia los lados o hacia atrás, porque en cualquier lugar puedes encontrar una estampa de película.
Quizá un día no sea suficiente, y tengamos que esperar al atardecer. A que los faroles iluminen las calles con su luz entre anaranjada y amarillenta, para que todo adquiera algo más de la magia que ya sabíamos que encerraba este pueblo.
Y volvernos a encontrar con la Plaza Mayor, que ha cambiado totalmente su aspecto, y cuyas paredes amarillas brillan con la luz de los faroles.
No olvidemos visitar la casa de la Julianeta, quizá el rincón más famoso de Albarracín. Construída en el siglo XIV, en el ángulo de dos calles, su estructura, realizada a base de yeso y madera, parece a punto de derrumbarse. Hoy acoge un taller de artistas. Su vista mas conocida es la que se puede observar desde el arco de Molina.
Y por último, ¿por qué no subir la cuesta que nos lleva a las murallas para ver una de las estampas más impactantes de Albarracin? La única iluminación de los faroles de sus calles, de la catedral y el castillo, o de la Iglesia de Santiago, hace que merezca la pena pasar algo de frío (si se va en invierno) para disfrutar del espectáculo.
Sé que faltan muchas cosas: puertas y ventanas ancladas en el tiempo, tiradores de mil y una formas, pequeños detalles, las balaustradas de madera en los balcones de la Plaza Mayor…. sí, es mucho lo que ofrece Albarracín.
Pero no hay lugar para tanto en esta entrada. Quizá más adelante nos animemos con una segunda parte para completar un poco más todo aquello que encierra Albarracín.
Texto y fotografías: © Javier Abad / countrysessions.org
Datos de las fotografías
Olympus OMD EM-1
Olympus Zuiko 12-40 f/2.8 PRO
Olympus Zuiko 40-150 f/2.8 PRO
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