Retomamos la tradición literaria del blog para relatar un Cuento ilustrado con las imágenes del Valle del Degaña.
Érase un viajero que aprovechó los días del otoño para apreciar el cambio de color de los árboles en su ciclo anual antes del invierno. No era uno de esos días soleados, pero la niebla le daba al paisaje ese aspecto de irrealidad y misterio
Los colores resaltaban más por la humedad del ambiente y flotaba en el aire un olor a tierra mojada
Las bayas de los árboles destacaban sobre los líquenes y musgos
El viajero iba distraído pensando en la similitud de los mismos con las redes neuronales del cerebro
Estaba acostumbrado a andar silenciosamente, como los antiguos cazadores, para no molestar a la fauna y así poder observarla tranquilamente. De repente al doblar un camino…
Se encontró cara a cara con uno de los últimos osos pardos de la zona. No se sabe quién quedó más sorprendido y asustado.
Mientras retrocedía despacio le habló quedamente al oso: “Hermano oso no pretendía asustarte, – a la vez que decía esto le vino a la mente las generaciones de niños a los que había acompañado en su crecimiento, lo mucho que había aprendido escuchando a la gente de diferentes culturas en sus viajes y que quizás sería cosa del destino, ésta ocasión sería una buena manera de fundirse en un abrazo final con la naturaleza- pero ten en cuenta que si me pasa algo luego te perseguirán hasta acabar contigo. No llegarás a la próxima primavera».
Luego pasó todo muy rápidamente y se hizo el silencio ante la atenta mirada de un Cárabo…
Un año más tarde, en los extrarradios de la gran ciudad,
en una estrecha callejuela, de esas que llaman travesías por lo cortas que son, resonaba en sus ventanas una voz que nos resultó familiar y que decía “Buenos días le escucho…”
Cuentan que a ella acudían todos los que se habían quedado sin voz
Los que estaban irritados por las injusticias y por cómo los había tratado el destino
Los que estaban enfrentados y a pesar de la experiencia de los años no habían aprendido el camino para relacionarse
Los que por cualquier razón se habían quedado solos a pesar de estar rodeados de gente
Los más jóvenes que veían la vida con soluciones de todo o nada y que querían desaparecer por no molestar a sus seres más queridos
Cuentan que al entrar en contacto con su dolor salían aliviados de esa travesía porque habían podido contar sus cosas sin la pesada mochila del sufrimiento que les infringían
aquellos que los miraban con superioridad
aquellos que los juzgaban
los que se adelantaban a darles soluciones sin apenas escucharles…
Cuentan que esa primavera se había visto merodear un oso en los aledaños rondando las cercanías de las verjas de esta callejuela como si estuviera oyendo lo que allí pasaba
Y cuentan que resultó ser una osa que tuvo oseznos esa primavera,
abriéndose con la nueva generación un camino para la Esperanza
Pulsa sobre las imágenes para verlas ampliadas
Dedicado a aquellos Voluntarios que atienden las llamadas de la ONG del Teléfono de la Esperanza. Si quieres saber más sobre ellos Pulsa sobre este enlace de una entrevista en RNE desde el minuto 3:50 al 25.
P.D.:
Las fotos de fauna han sido todas tomadas con animales en cautividad.
La foto de la callejuela «Amor de los amigos» está tomada en la Venecia de los grandes palacios y realmente es una calle estrecha y muy corta. ¡Quién sabe por qué!
Las fotos de las estatuas están tomadas en el Museo al aire libre del Parque de Vigeland en Oslo
Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
DATOS DE LA FOTOGRAFIA
Olympus O-MD E-M1
Objetivo Olympus 12-40mm 1: 2.8 PRO
Derechos de Autor:
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