Bailando en la calles de Kunming. Yunnan (China). 舞蹈在昆明街头。云南(中国)

El reto a los lectores en el que a cada entrada de las imágenes del factor humano en Yunnan suban un cuento, una poesía o simplemente un comentario

我挑战读者云南人的因素的每个输入图像上升一个故事,一首诗或只是一个评论

Una cosa que tenemos los países del Oriente y los del Mediterráneo es que vivimos en la calle. No debemos perder esta tradición en favor del aislamiento de los rascacielos y las nuevas tecnologías.

Cada vez que me enfrento al grupo de fotografías de Yunnan, lo que más me está costando agrupar no son sus magníficos monumentos y palacios o la grandiosidad de su naturaleza que sin duda posee, sino su gente.

Esto es así que he decidido dedicar un día a la semana para mostrarla y lanzo un reto a los lectores para que a cada entrada suban un poema, un cuento o simplemente un comentario sobre lo que les sugieren las fotos:

Era por la tarde, hora casi de recogerse en la gran ciudad de los rascacielos, estábamos de retirada ya de las vacaciones, con la melancolía propia de un domingo por la tarde, pero de nuevo se produjo el milagro.

Al cruzar por el parque nos encontramos con una multitud de gente. No sabíamos de donde pudo salir y allí estaban bailando, sin complejos.

Aunque no nos debía extrañar, ya nos pasó en otras ciudades de Yunnam. Al finalizar la jornada en todos los sitios se junta la gente para bailar, tocar sus tradicionales instrumentos musicales o simplemente para jugar.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Es tal la variedad de gente con la que nos hemos ido encontrando que hoy sólo nos limitaremos a la gente que bailaba en este parque. Al principio, los que parecían más expertos y que iban  vestidos con sus mejores galas, improvisaron una coreografía.

Pronto se apuntan al bullicio los demás, aunque sea desde la sobriedad de sus uniformes.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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No importa la edad que se tenga. La complicidad y el cruce de miradas se respira en el ambiente de todos los participantes.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Unos bailan solos y otros parece que están buscando que se les añada alguna persona, pero todos se divierten y finalmente cada uno encuentra con quién bailar.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Si nos abstrajéramos de las caras de los bailarines, podría parecer que nos encontramos en la plaza de cualquier pueblo de España bailando un pasodoble o alguno de los más movidos ritmos latinos, pero lo que en realidad se escuchaba era la más tradicional música China.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Por eso, cuando el otro día casualmente pasaba por el Templo de Debod de Madrid, me alegré mucho al ver un grupo de gente, que dejando atrás la comodidad del sillón de casa o la pasividad frente a pantallas del televisor, se abandonaba al sonido de la música dejándose llevar por  las olas de sus notas e improvisaban unos bailes.

© Pablo Torras/www.countrysessions.org

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Todavía no está todo perdido en la gran ciudad y hay sitios para el encuentro y la comunicación. El lenguaje corporal, el más internacional y sincero invitaba a unirse a la fiesta. No lo pudo expresar mejor Vicente Aleixandre en su poema «En la Plaza»:

Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,

No te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

En La Plaza (Vicente Alexander)

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org

DATOS DE LA FOTOGRAFIA

Olympus O-MD E-M1

Objetivo Olympus 12-40mm 1: 2.8 PRO

Derechos de Autor: 
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