De lo que tiene que ver y lo que no…

Hoy quiero reivindicar con este texto, el papel fundamental de los maestros y profesores en nuestra vida. Hace 23 años tuve la suerte de que me diera clases de arte y dibujo técnico un profesor de Bachillerato. Ese momento y esa época ha marcado toda mi vida, hasta el día de hoy.

Es muy habitual oir aquello tan famoso de «los profesores no te enseñan nada» o «para que sirve aprender esto o lo otro…» refiriendonos a esas asignaturas tan duras y amargas. La realidad es que todo esto que se dice cuando uno tiene 15, 16 o 17 años, tiene poco o nada que ver con lo que se piensa unos años después. Viendo ciertos momentos de tu vida con perspectiva, te das cuenta de todo lo que ha tenido y lo que no ha tenido que ver esa educación docente en los derroteros de tu vida. Lo que eres, lo que sabes, o lo que no sabes, y lo que te gusta y no te gusta, tiene que ver directamente con tu aptitud cuando estabas en el «momento esponja» como digo yo, y sobre todo está directamente relacionado con las personas que fueron tus profesores y tutores en esos años.

De lo que tiene que ver y lo que no con mi actual actividad profesional fotográfica, de diseño y de arquitectura, tiene que ver un profesor de Bachillerato. Don Emilio Laguna es su nombre y después de 23 años y muchos otros profesores después de él, hoy tengo el placer de contaros que he logrado reencontrarme con él hace unas semanas.

Es curioso lo de los «Don«. Con 15 años recuerdo tutear a Emilio. Estaba chulo aquello de llamar de «tu» a tu profe. Y hoy 23 años después soy incapaz de hacerlo. Los años le han entronado en mi cabeza como uno de mis máximos referentes en mi devenir profesional y personal. Pero el me insiste en que le tutee, y no soy capaz de hacerlo. A cada conversación que entablo con él, vuelvo a engrandecerle con un «usted«.

Es cierto que yo ya tenía inquietud por las artes plásticas y el dibujo, pero fue Don Emilio Laguna quién, con una manera personal, peculiar y a veces incluso polémica para algunos padres, quién moldeó mis inquietudes. Él fue quién, con el resto de mis amigos, formó un curioso grupo de entusiastas del arte. A pesar de que las clases terminaban los viernes, los sábados por la mañana ese grupo de locos jovencísimos, block y lápiz debajo del brazo, con el ánimo y acompañamiento de Emilio, nos recorríamos las salas privadas y públicas de arte contemporaneo de Madrid, o nos sentábamos en la mediana de una calle a bosquejar la fachada de un edificio o trabajar las perspectivas reales de la calle. Habéis leído bien: el profesor empleaba su sábado por la mañana para ir con un grupo de sus alumnos a ver Arte. ¿Sorprendente? Quizás no. Pero es cierto que otros en la misma época y en el mismo viejo barrio obrero de Entrevías, no se molestaban en intentar educar a esos chavales de barrio humilde. Don Emilio Laguna si lo hizo, incluso fuera de sus atribuciones como profesor y con una asignatura que era para todo el mundo del Bachillerato la «maría«.

Gracias a Emilio conocí con 16 años a Kandinsky, Antonio Tapies, Munch, Klee, Chillida, y tantos otros autores. Y también fue el que instó y convenció al instituto de bachillerato para que comprase varios equipos fotográficos reflex para que «sus chicos» experimentasen con el arte de la fotografía. Y recorrimos una mañana el barrio de Cascorro con aquellas cámaras, fotografiando todo lo que se ponía delante del objetivo.

_mg_8902

De izquierda a derecha: Merche Rodríguez, Ana Belén Gómez, Ana Pinos, Jose Carlos Martín, Andrés López,
Emilio Laguna, Nuria Gutiérrez y Santiago García – ©Andrés López / countrysessions.org

La coincidencia es una diosa caprichosa. A veces para mal, pero otras veces para bien. En esta ocasión fue para bien, y consiguió que una de mis queridísimas compañeras de ese grupo de alumnos, encontrase a Don Emilio Laguna. Muy mayor, con problemas de motricidad debido a un accidente que tuvo hace años y que le ha dejado prácticamente inválido, pero con un carácter inalterado, tal y como le recordamos. Así pues, mi compañera se puso de inmediato a localizar a todos los miembros de aquel grupo de artistas. Y lo consiguió, entre el facebook, teléfono y contactos mantenidos. Fue poco a poco haciendonos coincidir y el pasado día 24 de abril nos encontramos todos y todas para comer con Don Emilio.

Fue un día emocionante. Casi todos no nos habíamos vuelto a ver desde aquellos años, sobre todo yo. Y muy emocionante también reencontrarnos con nuestro profesor de arte. Creo que todos y todas coincidimos en que Emilio ha sido un referente en nuestra vida. Y él, con la cabeza tan lúcida como le recordábamos, no dudó en reconocernos a cada uno de nosotros por nuestro nombre y apellido. Creo que fue un día también especial para él, o por lo menos me dió la sensación de ello.

En el grupo actualmente hay fotógrafos profesionales, arquitectos, pintores, ilustradores, además de otros y otras que han terminado como funcionarios y otras profesiones que no tienen nada que ver con el arte. Pero hay una cosa que todos tenemos en común, y es que cuando paseamos por Madrid, levantamos la cabeza para disfrutar del paisaje urbano, y entornamos los ojos a cierta distancia de los cuadros de una exposición, para averiguar si la composición es equilibrada o si un color destaca demasiado. 

El que haya llegado hasta aquí estará diciendo: «por qué nos habla de esto en un blog de fotografía» La respuesta es contundente: De alguna manera, mis inquietudes artísticas las despertó un profesor, y que han derivado en mi actividad fotográfica. Hasta hoy no he encontrado la inspiración suficiente para escribir esto, después de dos semanas desde esa comida. Hoy lo he conseguido y quiero con este texto reconocer el papel de los educadores y profesores en la vida de todos nosotros. ¡Qué papel más difícil e importante, y tan poco valorado! Quienes somos, y lo que hacemos, se lo debemos a ellos.

Gracias Don Emilio, por enseñarnos a mirar hacia arriba.

©Andrés López / countrysessions.org