Minas Gerais (Brasil), las ciudades coloniales (III). Ouro Preto

Terminamos nuestro recorrido por las ciudades históricas del Estado de Minas Gerais, en Brasil. Después de visitar Mariana y Diamantina, hoy el es turno de Ouro Preto, quizá la joya de la corona de este recorrido.

Ouro Preto… oro negro, en una traducción literal, pero no petroleo, que podríamos pensar hoy en día al oir ese nombre, sino unas pequeñas piedras negras que entre 1693 y 1698 descubrió en el río Tripui (agua veloz, en tupí) algún bandeirante de  una expedición probablemente comandada por Duarte Lopes. Esas pequeñas piedras resultaron ser mineral de oro, recubierto de una fina capa de óxido de hierro.

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Ese es el origen del nombre de una de las ciudades históricas más importantes, si no la más importante del Estado de Minas Gerais en Brasil, de la que fué primero capital de provincia, y posteriormente capital de la recién establecida capitanía de Minas Gerais en el año 1720.

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En realidad, Ouro Preto fué fundada en 1711 al unirse varios caseríos, llamándose en principio Vila Rica. Fué en 1823 cuando cambió su nombre a Ouro Preto, con motivo de la llegada de la familia real portuguesa a Brasil.

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Ouro Preto en su etapa colonial estuvo marcada por el oro, del que se extrajeron grandes cantidades utilizando mano de obra esclava por los colonos portugueses, y tiene una historia rica en matices, con revueltas contra la corona portuguesa a la que resultaba complicado controlar esa colonia enormemente rica, pero distante miles de kilómetros. La Corona portuguesa sacó grandes cantidades de oro de la tierra, pero se especula con las enormes cantidades que se sacaron de contrabando y que no fueron anotadas en los libros.

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Tanto era el oro extraído, que en sus iglesias el oro reluce por doquier. De hecho, las iglesias más ricas eran la que tenían plata incrustada en sus altares y esculturas, ya que la plata era más cara de llevar a Ouro Preto desde Perú, que lo que costaba el oro.

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Hoy Ouro Preto depende en gran manera del turismo, un turismo atraído por su enorme legado cultural, aunque también hay importantes empresas metalúrgicas y de minería en la ciudad, que aprovechan las enormes reservas minerales de su subsuelo, como hierro, bauxita, manganeso, talco y mármol, así como grandes cantidades piedras preciosas como la hematita, la dolomita, la turmalina, la pirita, la moscovita, el topacio y el topacio imperial, siendo este último solo posible de encontrar en Ouro Preto.

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Pero el turismo es de lo que vive Ouro Preto principalmente, porque tiene el mayor conjunto bárroco del mundo. Es como visitar una ciudad del siglo XVII en pleno siglo XXI. Un turismo principalmente nacional, pero también extranjero que, poco a poco, se va dando cuenta de que Brasil no solo tiene playas, carnaval y garotas, para el turista mas convencional,  o selvas y una enorme riqueza natural, para el turista aventurero. Su cultura es enormemente rica, y muy pronto el resto del mundo va a darse cuenta de ello.

Si les gusta la historia, prepárense a conciencia para pasear por sus calles empinadas, que ponen a prueba nuestras piernas, ya que se pueden visitar hasta 19 iglesias a lo largo y ancho de la ciudad.

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También podremos ver chafarizes (fuentes de piedra),  museos, como el de la Escola de Minas, dónde puede encontrarse una enorme colección de minerales y piedras preciosas, o la Casa de Aleijandinho, el  museo donde podremos ver obras del mayor y más importante escultor, imaginero y arquitecto del bárroco brasileño, o quizá visitar la Casa da Ópera, el teatro de la ciudad, mientras tu visita es amenizada por un violonchelista en directo.

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El paseo por las calles tiene encanto en si mismo. Andar de manera tranquila por sus calles, viendo las fachadas de las casas, las puertas y las ventanas pintadas de brillantes colores, te hace sentir optimista. Entrar de vez en cuando a un bar para tomar un tentempié y refrescarse una cerveja skol (suavecita) o una brahma (con más cuerpo) , o ¿por qué no? con un zumo de frutas exóticas (para nosotros) recién exprimido o un guaraná, si hace calor, o bien un chocolate o café calentito si nos apetece, para recuperar energías, y quizá entablar una charla con algún habitante local.

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Por sus calles encontrarás decenas de tiendas de artesanía (artesanato), y también hay un mercado de artesanía al aire libre que podremos encontrar al lado de la plaza Tiradentes, el núcleo de la ciudad, donde poder admirar los objetos realizados en pedra sabão. O comprar gemas, tanto ya talladas y engarzadas en collares, pendientes, anillos, como en bruto, o directamente enormes geodas de amatista o cualquier otro mineral. La oferta es enorme, y la variedad de precios también, desde pequeñas pulseras realizadas en piedras semi-preciosas sin tallar, por menos de 5 euros, a pendientes o colgantes de topacio imperial que pueden subir a mas de 10oo euros, dependiendo de su tamaño, por no hablar de piedras muchísimo mas caras.

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Su vida cultural es bastante activa, celebrando festivales de arte, música y literatura a lo largo de todo el año. También el que sea la sede de la UFOP (Universidade Federal de Ouro Preto), una universidad pública con casi 10.000 alumnos, y de dos instituciones con más de 100 años a sus espaldas, la Escola de Farmácia y la Escola de Minas hace que la ciudad bulla de vida con los estudiantes que en ella realizan sus carreras.

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Aunque la ciudad es atractiva por si misma, y en dos días apenas te dará tiempo a ver casi nada, si no tienes prisa y viajas con algo más de tranquilidad, podrás aprovechar y dar una vuelta por sus alrededores, donde encontrarás un ecosistema rico y variado, con senderos, cascadas y un enorme bosque nativo que forma parte del sistema de parques naturales brasileños.

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Antes de terminar , no quiero dejar de referirme al cálido recibimiento que siempre te ofrecen los habitantes de esta ciudad (y de todo Minas Gerais) siempre dispuestos a ayudarte a llegar a tal o cual lugar,  y a las sorpresas que te puedes encontrar, como el  ensayo en plena calle de una batucada  preparando su actuación para el próximo carnaval (visitamos la ciudad a principios de febrero)  cuando volvíamos a nuestra pousada por la noche para descansar de la paliza que supone las subidas y bajadas por sus empinadas calles, tras eso sí, disfrutar de una impresionante cena mineira en uno de sus muchos restaurantes, degustando esta vez una cerveja Bohemia.

© Javier Abad / countrysessions.org