No es muy conocido que Sigüenza además del importante patrimonio cultural de la ciudad, es una de los municipios más extensos del centro de España que aglutina a 28 pequeños pueblos llamados “pedanías” que aumentan su riqueza cultural e histórica y le añaden una sorprendente naturaleza que va mucho más allá de la aparente planicie de la meseta castellana.
Escondido en la ladera del valle del río Salado se encuentra esta pequeña localidad representativa del románico rural. Entre árboles, en un pequeño rellano y presidida por una sencilla fuente cuyas enredaderas le dan más frescura al lugar a la vez que la protegen de los rigores del verano.
Cuando llegamos era justo al atardecer, cuando son menos duras las luces, las sombras se alargan y juegan entre los recovecos de los arcos y los desniveles del terreno. Uno se imagina las tardes de tertulia, después de las labores campestres, amenizada por el sonido envolvente del agua que hace eco en las paredes de piedra del templo dándole esa entonación característica de los cantos del gregoriano.
No debe ser un mal sitio, ya que fue elegido por los celtas en los siglos VI al II a.C. como lo testimonian los restos de una necrópolis datada en esa fecha.
El castillo de Riba de Santiuste
Después del soleado día anterior, y ya en el camino de regreso, nos quedamos con las ganas de ver este lugar, pero entonces el tiempo no nos acompañó, o tal vez sí… Se puso a llover de tal manera que enseguida se formó una niebla mostrándonos la otra cara del lugar. La del duro invierno que justificaba unas fortificaciones que protegieran de las invasiones después de que se quemaran los bosques para que el enemigo no se refugiara y ocultara en ellos.
Mala política esta de las fronteras de tierra arrasada que hizo que el clima fuese más extremo, desde los fríos vientos y heladas del invierno, a los tórridos veranos. Conduciendo por el lugar, la niebla daba un aspecto irreal del que de vez en cuando aparecían y desaparecían bien grullas en su emigración hacia lugares más cálidos, bien corzos asustadizos que se veían súbitamente descubiertos cuando se establecían pequeños claros. Para terminar de darle un aspecto completamente medieval, a este castillo de origen musulmán sólo se accede por un puente que lleva al camino que recorre toda la ladera y entre cuyas escarpadas paredes anidan los buitres.
Este pueblo cercano a Sigüenza es conocido como la pequeña Ávila por estar totalmente rodeado de una muralla de más de dos kilómetros.
Fue construido por D. Íñigo de Mendoza, Marqués de Santillana, en el s. XV y durante la Guerra de la Independencia Juan Martín, el Empecinado, se enfrentó en él a los franceses.
Esta localidad, rica en tradiciones durante todo el año, tiene a la entrada del pueblo la ermita de Nª Sra. de la Soledad.
En el centro del pueblo se encuentra uno de los pocos los rollos de justicia que todavía se conservan en España. La picota estaba colocada en una zona de paso frecuente y a ella se encadenaban a los presos para que sufrieran la vergüenza y burla de la gente.
Textos y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org