Publicado el 01 de Julio de 2006
Kruger National Park (Sudáfrica). Texto y fotografías de Javier Abad / Country Sessions


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Cuando alguien escucha hablar del Kruger National Park, lo primero que le viene a la mente es AFRICA, esa palabra que hace que a los que les gusta la fotografía de naturaleza, y especialmente la de fauna, se le iluminen los ojos y sueñen de nuevo con ese viaje que esperan poder realizar desde hace mucho tiempo.

Africa nos remite siempre a grandes sabanas, millones de ungulados, cebras, ñues, etc. agrupados en manadas y acechados por grandes predadores que nos sugieren fuerza, sigilo...., pero lo primero que te sorprende del Kruger es que no hay sabanas, todo es una sucesión de matorrales que hacen realmente díficil distinguir esos animales que África promete.

Comenzamos viendo grupos de impalas, el ungulado más común en el Kruger, y base de la dieta de los grandes carnívoros, pero pronto y gracias a la entrenada vista de nuestro guía comenzamos a ver otros animales, la mayoría hervíboros, como kudús, jirafas, elefantes, cebras.... y digo gracias a la vista de nuestro guía, porque es realmente dificil distinguir un animal entre la maraña de ramas secas que es el Kruger.

La circulación se realiza por caminos que forman una tupida red, pero que impide que se pueda penetrar en los matorrales, y mucho menos "perseguir" a los animales. Hay que conformarse con verlos durante el tiempo que se dejen ver, en silencio, y conteniendo la respiración. A ello nos ayuda la privilegiada posición que nos proporciona nuestro todoterreno.

La suerte nos ha hecho poder ver a cuatro de los cinco grandes, el león, el elefante, el búfalo y el rinoceronte. El leopardo fué el único que se nos resistió, pero que de ningún modo empaña la sensación que me causó el Kruger.

Y todavía quedan las aves, los reptiles, la sensación de escuchar el rugido de un león en el silencio del campamento, sin más luz que unos faroles, y sintiendo que el león está a 5 metros, aunque luego te cuenten que el sonido viene de más alla de un kilometro.

Porque más allá de la fotografía, te queda el recuerdo de disfrutar de un grupo de cinco leones machos y dos hembras durante más de una hora, de descubrir entre la maleza el corpachón de un rinoceronte ó un elefante (parece mentira que tengas que forzar la vista para lograr verlos, y que si apartas los ojos, tengas que buscarlos de nuevo porque se han esfumado, aunque están ahí... tus compañeros si los ven) , ó estar más de media hora observando como una enorme manada de elefantes cruza un rio delante de tus ojos.

Y la sensación de haber disfrutado de uno de los pocos espacios aún virgenes que quedan, las ganas de volver algún día.... y que quizá ese próximo viaje sea en el que me dedicaré a sacar buenas fotografías.

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