Publicado el 10 de Agosto de 2006

Una semana en Oriente Próximo: Líbano y Damasco (Siria)
Texto y fotografías de Juanma Caballero / Country Sessions


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Este pretendía ser un pequeño reportaje orientativo para quienes dispongan de una semana de tiempo y quieran aprovecharla visitando un pequeño país que merece la pena conocer. No obstante, los acontecimientos que vienen ocurriendo en el Líbano desde cuatro semanas antes de la publicación de este reportaje no permiten actualmente la visita a este precioso país, y desde luego quienes lo visiten durante los años venideros no encontrarán el mismo lugar que mi mujer y yo pudimos ver y disfrutar.

LÍBANO: un pequeño gran país

Lo más llamativo del Líbano es la gran mezcolanza de culturas en un territorio tan pequeño: varias religiones – mayoritariamente el Islam y el Cristianismo, aunque no únicamente – conviven sin problemas: los grupos de amigos en edad adolescente incluyen chicas con el pelo y hombros cubiertos con un pañuelo junto y otras que visten atrevidamente, unos que beben alcohol y otros que no, unos que viven en unos barrios y otros que viven en otros de muy diferente nivel, etc...

 

Junto a la zona céntrica de Beirut recientemente reconstruida está la “mezquita de Hariri”, como popularmente se la conoce, erigida en honor a Rafik Hariri, el Primer Ministro libanés asesinado en un atentado en 2005 y artífice del resurgir económico del país en los últimos años

 

El Líbano es muy conocido por ser uno de los mejores lugares para seguir el rastro de las antiguas civilizaciones mediterráneas: romanos, fenicios y otros pueblos dejaron su huella en este país, en lugares tan visitados como las ruinas de Anjaar y Baalbek, en el Valle de la Bekaa, al este del país.

Los paisajes del Líbano son variados, a pesar de ser un país tan pequeño que en tan sólo una semana puede recorrerse en su práctica totalidad: a pocos kilómetros de parajes litorales mediterráneos con llamativos atardeceres es posible encontrar paisajes de alta montaña, refugio de las últimas pequeñas poblaciones del símbolo nacional: el Cedro del Líbano. En el primer caso no hay que alejarse mucho de Beirut: en el paseo marino de la propia capital se puede disfrutar uno de los atardeceres más llamativos del país, ante el que es habitual ver a los recién casados inmortalizando tan especial día: se trata del “Rauche” de Beirut. En el segundo caso podremos disfrutar de paisajes de alta montaña, cubiertos de nieve en invierno y aún con algunas manchas de nieves perpetuas en verano. Son montañas

antaño totalmente cubiertas de extensos bosques de cedros, hoy prácticamente desaparecidos por su explotación a lo largo de los siglos, especialmente para la construcción de barcos. Se trata de una zona montañosa habitada mayoritariamente por cristianos Maronitas.

 

A pesar de sus llamativos paisajes y su apasionante pasado histórico, lo que más llama la atención del Líbano es su gente: se trata de gente amable, cercana y sencilla, siempre con una sonrisa para el visitante. Unos chicos posaron encantados para mí mientras el mayor fumaba de su Narguile, frente al paseo marino de Trípoli, donde otros chicos pescaban al atardecer.

Los libaneses son gente de llamativas costumbres folklóricas, como la danza del vientre, y también respetuosos con su religión, como el fiel que rezaba en el interior de la Gran Mezquita de Sidón y que me permitió fotografiarle en tan íntimo momento.

Fue a las puertas de esta mezquita donde mi mujer y yo pasamos un inolvidable rato jugando y riéndonos con un grupo de al menos 20 niños que se empeñaban en que les capturara con mi cámara una y otra vez, y luego les dejara verse en la pantalla trasera de la misma estallando en risas todas y cada una de las veces que se veían, divertidos, maravillados y sorprendidos al mismo tiempo,

 

mientras sus padres o abuelos les observaban y se esforzaban en que “no nos molestaran”. Desde que pocas semanas después de nuestra visita comenzaran los ataques israelíes sobre territorio libanés, no puedo dejar de pensar que esta niña que fotografié parece estar pidiendo el fin de la guerra...

DAMASCO: un mundo diferente a un paso de Beirut

No es nada difícil trasladarse desde Beirut, en el Líbano, hasta la capital de la vecina Siria: Damasco. Sólo hay que dirigirse a la estación de autobuses de Beirut y decir a cualquier taxista que quieres ir a Damasco. En menos de media hora se habrán completado las plazas del taxi y estás en camino. Se trata de un trayecto de unas tres a cuatro horas, dependiendo de la duración de los trámites en el paso fronterizo entre los países, en los cuales el taxista suele prestar su ayuda desinteresada.

Al llegar a Damasco se aprecia que estamos ahora en un país menos desarrollado y definitivamente mucho menos abierto al mundo “occidental”. Aquí la población es casi totalmente islámica, y no se aprecia la mezcolanza cultural y racial que hay en el Líbano y especialmente en Beirut. Merece la pena dedicar uno o dos días a perderse por las callejuelas del viejo Damasco, buscando en su zoco oportunidades para regatear y, siempre que sea posible, charlando con su gente, siempre curiosos ante los extranjeros y deseosos de entablar relación con ellos. Recomiendo especialmente pararse a disfrutar de un

zumo natural de naranja en cualquier zumería de una de las callejuelas del zoco, y tomar un helado artesanal – mientras se observa cómo los preparan – en la heladería Bakdash, que no nos costará trabajo encontrar en la calle techada Al Hamidiyeh, en el límite sur de la Ciudadela.

Y desde luego no hay que dejar de visitar la Gran Mezquita Omeya de Damasco, en el corazón de la vieja ciudad. Ante su puerta oeste – por la que no pueden acceder los extranjeros (hay que entrar por otra más pequeña, algo más al norte) – suele haber gente alimentando a las palomas y niños que juegan a asustarlas y hacerlas volar. Las mujeres serán

“invitadas” a ponerse una túnica que les cubrirá la totalidad del cuerpo. Una vez dentro de la nave principal de la mezquita nos sobrecogerá su altura y ver a los fieles orando, o descansando por doquier tras una fatigosa peregrinación a este santo lugar. Nosotros tuvimos la ocasión de charlar, en un francés e inglés “chapurreados”, con una familia que había venido desde la ciudad siria de Alepo, y con otra que había llegado desde la vecina Jordania, quienes incluso nos invitaron a tomar un té con ellos en su hotel.

Líbano y una pequeña escapada a Damasco eran una buena opción para quién dispusiera de entre una semana y diez días para hacer un pequeño viaje exótico. Ahora, lamentablemente, no lo son tanto.

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