Publicado el 12 de Abril 2007

La Noruega de los Fiordos
Texto de Beatriz Parra y fotografías de Juan Carlos Vicente / Country Sessions


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Viajar a Noruega es viajar a un país de excepcionales encantos naturales, donde merece absolutamente la pena despojarse del sinfín de tópicos y estereotipos que solemos meter casi sin querer en la mochila, y dejarse seducir por la impactante belleza de este sorprendente país, donde el aluvión de naturaleza en estado prácticamente puro nos desbordará casi con total seguridad, y donde encontraremos además una gente cálida, amable y muy respetuosa con todo y con todos.

Sus reclamos son tan potentes como dispares: el espectacular fenómeno natural del Sol de Medianoche, la Laponia, un destino mítico para el viajero como Cabo Norte, las impresionantes auroras boreales, ciudades como Alesund o Bergen -la ciudad más lluviosa de Europa-, glaciares a pie de carretera, profundos fiordos coronados por cimas perpetuamente nevadas, cientos de cascadas, bosques, ríos, islas e islotes entre las que destacan Svalbard o Las Lofoten, consideradas como el segundo archipiélago más bello del mundo, y todo ello acompañado de una riquísima tradición cultural, en la que la historia vikinga y la mitología nórdica brota por doquier, dando incluso nombre a rutas tan sugerentes y hermosas como la carretera de Trollstigen o escalera de los troll. Noruega no es el destino ideal para ver arte y monumentos, pero digna mención merecen las stavkirker o iglesias de madera, que carecen de parangón en la historia de la arquitectura por sus soberbias construcciones. De las aproximadamente 1000 que se erigieron en la Edad Media, tan sólo se conservan 28, alguna de ellas, como la de Urnes, consideradas Patrimonio de la Humanidad.

Y un atractivo más si cabe para decidirnos a conocer este país escandinavo, especialmente en los tiempos que corren, es la absoluta sensación de seguridad que uno percibe viajando por él. Es sin duda, un país perfecto para viajar por cuenta propia. La oferta de alojamiento es variada, y uno puede elegir desde hoteles de lujo, a alquiler de habitaciones en casas privadas, pasando por pequeños y encantadores hoteles de madera, o el alquiler de cabañas (hytter) a pie de lago y a buen precio, alojarse en granjas familiares o en campings. Un divertido, económico e interesante modo de conocer Noruega es en autocaravana, pues el país está muy bien dotado de infraestructuras que facilitan este tipo de aventura. También es factible la acampada libre en cualquier bosque o montaña, práctica que desgraciadamente ya no resulta posible en muchos países de nuestro entorno. Sólo hay que respetar unas razonables medidas para hacerlo: no estar acampado durante más de 48 horas en el mismo lugar ni acampar en prados cultivados, y situar la tienda a más de 150 m de la casa o cabaña más cercana. Respetando estas normas, es posible recuperar esa deliciosa sensación de dormir bajo las estrellas en plena naturaleza, lo que ya de por sí genera una entrañable vinculación con el paisaje.

Bien, pues por todo ello, y por mucho, mucho más, Noruega es un país que se erige como un destino más que atractivo para el viajero que ansía esa convivencia plácida y sabia entre la naturaleza y el hombre.

No en balde, la naturaleza virgen es un símbolo de identidad nacional que los noruegos profesan con coherencia, ocupando el primer puesto de los países con mayor calidad de vida del mundo, y a la par manteniendo un estilo de vida sencillo, cívico y sostenible.

El recorrido que proponemos en esta ocasión lo realizamos por la Noruega de los fiordos, en julio del año 2002.

Para comenzar, un fiordo es un valle que un glaciar ha hecho más profundo y que está cubierto de agua salada. Hay centenares de fiordos en Noruega, grandes y pequeños que serpentean kilómetros tras kilómetros, tierra adentro, abriéndose paso entre las montañas.

Los fiordos noruegos están considerados como uno de los parajes más hermosos del mundo. La ciudad de Bergen suele ser la puerta de entrada para recorrerlos. Llegar a ella ya nos anticipa una de las infraestructuras fundamentales que se han visto obligados los noruegos a usar para salvar la abrupta geografía, y la distancia entre los diversos pueblecitos que quedan a un lado y otro de estas ensenadas: los túneles.

En la Noruega de los fiordos pasaremos por cientos de ellos – hay 530 en todo el país-, algunos de hasta de 25 Km. de longitud. Bergen es la segunda ciudad en importancia de Noruega, con un ambiente animado, joven e intercultural.

Llama la atención enseguida el que el 95 % de sus casas sean de madera, especialmente teniendo en cuenta el índice de pluviosidad que ostenta anualmente.

 

Imprescindible es perderse por el Fisketorget, el mercado del pescado, donde desde muy primera hora de la mañana se instalan los coloridos puestos de venta de flores, artesanía, frutas y por supuesto, pescado. Particularmente es famoso por las degustaciones de diferentes clases de exquisito salmón noruego, bacalao, carne de reno o alce y otros manjares, sin pagar ni un krone o corona noruega, algo que no hay que desdeñar en un país de 3 a 4 veces más caro que España.

Nosotros tomamos como punto de partida Stanvager, encantadora ciudad al sur de Noruega, a unos 180 Km. de Bergen. Próximo a Stavanger, se sitúa la región de Ryfylke, con el impresionante Prekestolen o Púlpito de la Roca, una atracción natural que por nada deberíamos perdernos. Se trata de un saliente que se asoma sobre el fiordo de Lyse, con una caída vertical de 604 metros. No en vano recibe 80.000 visitantes cada año. Es accesible en aprox. 3 horas de moderada ascensión.

Un buen modo de recorrer los fiordos es tomar precisamente la llamada Carretera de los Fiordos, la nacional RV13. La zigzagueante carretera, y los numerosos transbordadores nos conducirán de un fiordo a otro, descubriéndonos un paisaje espectacular y agreste, trenzado por laberintos de montañas que competirán con nuestro sentido de la orientación. La zona montañosa de Romsdalsalpane, con su “escalera de los troll” es un ejemplo claro de ello, sencillamente el paisaje es, aún para las miradas mas ejercitadas, sobrecogedor.

Cada tramo que se recorre es una delicia para los fatigados ojos urbanitas, y si es cierto que es aconsejable planificar algunas rutas por ser esenciales, también lo es abandonarlas y dejarse llevar por los desvíos menos previstos, pues sin duda nos dirigirán a emocionantes rincones, cascadas y pueblecitos de insólita belleza. Entre esos destinos esenciales, debe estar el inmenso fiordo de Geiranger, la “perla de los fiordos”. Al igual que su vecino, el Nærøyfjord, está considerado Patrimonio de la Humanidad.

Separados por una distancia de unos 120 Km., los dos fiordos están catalogados como de los más largos y profundos del mundo. El espectáculo es fabuloso, por su agua verde esmeralda, y sus casi inaccesibles paredes que se elevan a más de 1400 metros sobre el nivel del mar, y llegan a sumergirse hasta los 500 m. Una manera especialmente bella de conocer los fiordos es tomar un crucero de turismo. En el caso del Geiranger, la embarcación se coge desde la ciudad de la que toma su nombre y nos llevará durante un par de horas más o menos por este brazo de mar, en el que las cascadas de las siete hermanas o del velo nupcial nos dejarán seguramente boquiabiertos. La parte alta de la embarcación sin duda nos dará las mejores perspectivas.


Conocer la región de Sognfjordane ya merecería un viaje aparte. Es fundamental tomarnos nuestro tiempo. Tanto el fiordo (el más largo del mundo: 204 Km.), como los magníficos glaciares que lo arropan, otorgándole ese bellísimo azul celeste al agua, o la impresionante travesía en tren por la región de Flam son suficientes alicientes para ello. Donde el fiordo de Sogn acaba, toma el relevo el famoso Jostedalsbreen, que con sus 487 km2, es el mayor glaciar de Europa en tierra firme. En esta región, también se encuentra el montañoso Parque Nacional Jotunheimen, que comprende más de 60 glaciares, los picos más altos del país, así como bellos valles con lagos y cascadas.

Para concluir sería necesario incluir en estos lugares esenciales, los Parques Nacionales de Jutunheimen y Handangerviddda (el más grande de Noruega), verdadero reducto de especies de animales y plantas árticas, el valle y glaciar de Briksdal o el fabuloso mirador de Dalsnibba a 1.476m. En cuanto a islas, entre los muchos islotes bien comunicados por intrincadas carreteras, es toda una experiencia visitar la pequeña isla de Runde, repleta de espectaculares acantilados donde anidan en torno a 500.000 pájaros cada año, entre frailecillos, alcas, araos, alcatraces, etc.En resumen, Noruega es un verdadero paraíso para el viajero ávido de paisajes y vivencias auténticas, un conmovedor destino incluso para el viajero más avezado, dejando una profunda huella en esos preciados recuerdos con los que todos nos reencontramos serenamente ya a la vuelta.

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