Viajar a Noruega es viajar a un país de excepcionales
encantos naturales, donde merece absolutamente la pena despojarse del
sinfín de tópicos y estereotipos que solemos meter casi
sin querer en la mochila, y dejarse seducir por la impactante belleza
de este sorprendente país, donde el aluvión de naturaleza
en estado prácticamente puro nos desbordará casi con total
seguridad, y donde encontraremos además una gente cálida,
amable y muy respetuosa con todo y con todos.
Sus reclamos son tan potentes como dispares: el espectacular
fenómeno natural del Sol de Medianoche, la Laponia, un destino
mítico para el viajero como Cabo Norte, las impresionantes auroras
boreales, ciudades como Alesund o Bergen -la ciudad más lluviosa
de Europa-, glaciares a pie de carretera, profundos fiordos coronados
por cimas perpetuamente nevadas, cientos de cascadas, bosques, ríos,
islas e islotes entre las que destacan Svalbard o Las Lofoten, consideradas
como el segundo archipiélago más bello del mundo, y todo
ello acompañado de una riquísima tradición cultural,
en la que la historia vikinga y la mitología nórdica brota
por doquier, dando incluso nombre a rutas tan sugerentes y hermosas
como la carretera de Trollstigen o escalera de los troll. Noruega no
es el destino ideal para ver arte y monumentos, pero digna mención
merecen las stavkirker o iglesias de madera, que carecen de parangón
en la historia de la arquitectura por sus soberbias construcciones.
De las aproximadamente 1000 que se erigieron en la Edad Media, tan sólo
se conservan 28, alguna de ellas, como la de Urnes, consideradas Patrimonio
de la Humanidad.
Y un atractivo más si cabe para decidirnos a conocer este
país escandinavo, especialmente en los tiempos que corren,
es la absoluta sensación de seguridad que uno percibe viajando
por él. Es sin duda, un país perfecto para viajar por
cuenta propia. La oferta de alojamiento es variada, y uno puede elegir
desde hoteles de lujo, a alquiler de habitaciones en casas privadas,
pasando por pequeños y encantadores hoteles de madera, o el
alquiler de cabañas (hytter) a pie de lago y a buen precio,
alojarse en granjas familiares o en campings. Un divertido, económico
e interesante modo de conocer Noruega es en autocaravana, pues el
país está muy bien dotado de infraestructuras que facilitan
este tipo de aventura. También es factible la acampada libre
en cualquier bosque o montaña, práctica que desgraciadamente
ya no resulta posible en muchos países de nuestro entorno.
Sólo hay que respetar unas razonables medidas para hacerlo:
no estar acampado durante más de 48 horas en el mismo lugar
ni acampar en prados cultivados, y situar la tienda a más de
150 m de la casa o cabaña más cercana. Respetando estas
normas, es posible recuperar esa deliciosa sensación de dormir
bajo las estrellas en plena naturaleza, lo que ya de por sí
genera una entrañable vinculación con el paisaje.
Bien, pues por todo ello, y por mucho, mucho más, Noruega
es un país que se erige como un destino más que atractivo
para el viajero que ansía esa convivencia plácida y
sabia entre la naturaleza y el hombre.
No en balde, la naturaleza virgen es un símbolo
de identidad nacional que los noruegos profesan con coherencia, ocupando
el primer puesto de los países con mayor calidad de vida del
mundo, y a la par manteniendo un estilo de vida sencillo, cívico
y sostenible.
El recorrido que proponemos en esta ocasión
lo realizamos por la Noruega de los fiordos, en julio del año
2002.
Para comenzar, un fiordo es un valle que un glaciar
ha hecho más profundo y que está cubierto de agua salada.
Hay centenares de fiordos en Noruega, grandes y pequeños que
serpentean kilómetros tras kilómetros, tierra adentro,
abriéndose paso entre las montañas.
Los fiordos noruegos están considerados como
uno de los parajes más hermosos del mundo. La ciudad de Bergen
suele ser la puerta de entrada para recorrerlos. Llegar a ella ya nos
anticipa una de las infraestructuras fundamentales que se han visto
obligados los noruegos a usar para salvar la abrupta geografía,
y la distancia entre los diversos pueblecitos que quedan a un lado y
otro de estas ensenadas: los túneles.
En la Noruega de los fiordos pasaremos por cientos
de ellos – hay 530 en todo el país-, algunos de hasta de
25 Km. de longitud. Bergen es la segunda ciudad en importancia de Noruega,
con un ambiente animado, joven e intercultural.
Llama la atención enseguida el que el 95 % de
sus casas sean de madera, especialmente teniendo en cuenta el índice
de pluviosidad que ostenta anualmente.
Imprescindible es perderse por el Fisketorget, el
mercado del pescado, donde desde muy primera hora de la mañana
se instalan los coloridos puestos de venta de flores, artesanía,
frutas y por supuesto, pescado. Particularmente es famoso por las degustaciones
de diferentes clases de exquisito salmón noruego, bacalao, carne
de reno o alce y otros manjares, sin pagar ni un krone o corona noruega,
algo que no hay que desdeñar en un país de 3 a 4 veces
más caro que España.
Nosotros tomamos como punto de partida Stanvager,
encantadora ciudad al sur de Noruega, a unos 180 Km. de Bergen. Próximo
a Stavanger, se sitúa la región de Ryfylke, con el impresionante
Prekestolen o Púlpito de la Roca, una atracción natural
que por nada deberíamos perdernos. Se trata de un saliente que
se asoma sobre el fiordo de Lyse, con una caída vertical de 604
metros. No en vano recibe 80.000 visitantes cada año. Es accesible
en aprox. 3 horas de moderada ascensión.
Un buen modo de recorrer los fiordos es tomar precisamente
la llamada Carretera de los Fiordos, la nacional RV13. La zigzagueante
carretera, y los numerosos transbordadores nos conducirán de
un fiordo a otro, descubriéndonos un paisaje espectacular y agreste,
trenzado por laberintos de montañas que competirán con
nuestro sentido de la orientación. La zona montañosa de
Romsdalsalpane, con su “escalera de los troll” es un ejemplo
claro de ello, sencillamente el paisaje es, aún para las miradas
mas ejercitadas, sobrecogedor.
Cada tramo que se recorre es una delicia para los fatigados ojos
urbanitas, y si es cierto que es aconsejable planificar algunas rutas
por ser esenciales, también lo es abandonarlas y dejarse llevar
por los desvíos menos previstos, pues sin duda nos dirigirán
a emocionantes rincones, cascadas y pueblecitos de insólita
belleza. Entre esos destinos esenciales, debe estar el inmenso fiordo
de Geiranger, la “perla de los fiordos”. Al igual que
su vecino, el Nærøyfjord, está considerado Patrimonio
de la Humanidad.
Separados por una distancia de unos 120 Km., los dos fiordos están
catalogados como de los más largos y profundos del mundo. El
espectáculo es fabuloso, por su agua verde esmeralda, y sus
casi inaccesibles paredes que se elevan a más de 1400 metros
sobre el nivel del mar, y llegan a sumergirse hasta los 500 m. Una
manera especialmente bella de conocer los fiordos es tomar un crucero
de turismo. En el caso del Geiranger, la embarcación se coge
desde la ciudad de la que toma su nombre y nos llevará durante
un par de horas más o menos por este brazo de mar, en el que
las cascadas de las siete hermanas o del velo nupcial nos dejarán
seguramente boquiabiertos. La parte alta de la embarcación
sin duda nos dará las mejores perspectivas.
Conocer la región de Sognfjordane ya merecería
un viaje aparte. Es fundamental tomarnos nuestro tiempo. Tanto el fiordo
(el más largo del mundo: 204 Km.), como los magníficos
glaciares que lo arropan, otorgándole ese bellísimo azul
celeste al agua, o la impresionante travesía en tren por la región
de Flam son suficientes alicientes para ello. Donde el fiordo de Sogn
acaba, toma el relevo el famoso Jostedalsbreen, que con sus 487 km2,
es el mayor glaciar de Europa en tierra firme. En esta región,
también se encuentra el montañoso Parque Nacional Jotunheimen,
que comprende más de 60 glaciares, los picos más altos
del país, así como bellos valles con lagos y cascadas.
Para concluir sería necesario incluir en estos lugares esenciales,
los Parques Nacionales de Jutunheimen y Handangerviddda (el más
grande de Noruega), verdadero reducto de especies de animales y plantas
árticas, el valle y glaciar de Briksdal o el fabuloso mirador
de Dalsnibba a 1.476m. En cuanto a islas, entre los muchos islotes
bien comunicados por intrincadas carreteras, es toda una experiencia
visitar la pequeña isla de Runde, repleta de espectaculares
acantilados donde anidan en torno a 500.000 pájaros cada año,
entre frailecillos, alcas, araos, alcatraces, etc.En resumen, Noruega
es un verdadero paraíso para el viajero ávido de paisajes
y vivencias auténticas, un conmovedor destino incluso para
el viajero más avezado, dejando una profunda huella en esos
preciados recuerdos con los que todos nos reencontramos serenamente
ya a la vuelta.