IsladeMADEIRA y Las Desertas Verano 2007
©Pablo Torras. Country Sessions.

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Madeira es  una isla volcánica de fuertes contrastes entre el clima subtropical de la costa y el de sus montañas, que llegan hasta altitudes de 1862 m con el pico Ruivo, y  en su costa alberga a uno de los acantilados marinos mas altos del mundo, Cabo Girão, con 580 m de altura. 

Su paisaje montañoso nos recuerda por una parte a Asturias, que igualmente alcanza grandes altitudes  en poco tiempo desde el nivel del mar y la han llevado a construir grandes obras de ingeniería para atravesarla con túneles y puentes. Por otra parte nos recuerda a la Gomera por sus barrancos y su característico bosque nuboso de laurisilva, producto de  los vientos alisios, que hace que tenga en la costa  un clima soleado subtropical y a la vez un conglomerado de nubes entre 500m y 1500m, a partir de los cuales se vuelve a despejar y nos hace disfrutar del típico mar de nubes.

Desafortunadamente el bosque original que dió origen al nombre de la isla, madera en portugués, casi desapareció por  un inmenso fuego producido para conseguir el cultivo de la caña de azúcar, símbolo del escudo, y que arrasó la isla en el S. XVI. La humedad y la benignidad de la climatología han hecho renacer de nuevo este jardín tropical, donde los líquenes, indicadores de la pureza del aire se convierten en largas madejas.

Especial interés tienen aquí todo tipo de aves de al zona, que al estar aisladas del continente, se transforman y convierten en endémicas de la isla, como el pinzón, el canario, el petirrojo, el bisbita, etc.

No son aves, pero podrían parecerlo por su comportamiento, las lagartijas de la isla, ya que su osadía las llevaba a subírsenos por encima y robar la comida de nuestras bolsas.

La decadencia del cultivo del azúcar por el auge del de Brasil y las relaciones con Inglaterra dieron origen a un nuevo cultivo, el de los viñedos, y en consecuencia, al vino de Madeira, famoso en el mundo entero. Estos cultivos modelaron el paisaje a base de aterrazamientos, donde se aprovecha cada palmo del terreno, y a las levadas o característicos caminos del agua del riego. Las levadas canalizan el agua después de ser capturada en las hojas de sus bosques. Estos caminos, son hoy una de las fuentes del turismo de la isla, porque al tener un descenso suave y a media ladera de la montaña, permiten a los caminantes disfrutar de paisajes inmensos de exhuberancia tropical.

Este apodo de jardín tropical, puede parecer exagerado, pero al plantearnos incluir en el reportaje las flores de la isla, nos hemos tenido que conformar con una pequeña muestra y remitirnos al impresionante mercado de las labradores de Funchal o a los puestos ambulantes de la carretera, que aglutinan las flores más populares entre la gente. Nada que envidiar a la hermosa colección del  Jardín de las Orquídeas de Funchal.

La isla desde la distancia del continente ha disfrutado de una autonomía que le ha permitido el uso tradicional de la agricultura, y no es raro encontrase por el camino a los labradores llevado sus fardos de plantas y dejarse fotografiar con la sencillez y la amable sonrisa que dan la sabiduría de la experiencia y la vida en contacto con la Naturaleza.

Otra de las fuentes del turismo en Madeira es el arte del bordado, que introducido en 1860 por la inglesa E. Phelps puede contemplarse todavía en las casas típicas de Santana. Supuso una base de ingresos en la época en que hubo una crisis del vino a causa de las enfermedades de los viñedos,

Respecto a la costa, ha sabido conservar el aspecto del paisaje y adaptar la construcción  de las casas al tradicional aterrazamiento y huir de los grandes bloques de edificios.

El puerto de Funchal, en otro tiempo de gran importancia para el comercio con América, alberga edificios históricos y sus calles se parecen a S. Francisco con sus empinadas cuestas. Es obligado una vuelta por el mercado de labradores y pescadores, donde puede uno contemplar, no sólo toda clase de frutas y flores tropicales, sino también los característicos atunes y espadas, un pescado que se puede encontrar formando parte de todas las cartas en los restaurantes de la isla, cocinado de múltiples maneras.  Pero lo más interesante es ver a la gente del lugar comprar ajenos a todo el ajetreo de los turistas.

Desde Funchal parten numerosas excursiones para el avistamiento de aves y cetáceos, así como desembarcar en las Islas Desertas, donde podremos observar las marcas que dejó la lava sobre los estratos de la isla, todo ello rodeados por un mar de un azul increíble. No es de extrañar que Madeira fuera codiciada por los piratas,  de cuyo recuerdo son los cañones antiguos de Peña del Águila.

Visitas imprescindibles son las cuevas y recovecos de los majestuosos acantilados en  los que choca el mar embravecido, a la vez que nos refugiamos en unas piscinas naturales de origen volcánico que permiten todo tipo de actividades acuáticas como las de Xeixal o Puerto Moniz.

El atardecer nos debe sorprender en los faros, con la puesta del Sol y el encendido del faro de Ponta de Pargo  o la vistasnocturna de la bahía de Caniçal en Punta de S. Lorenzo.

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