EL CANAL DE CASTILLA

Texto: Pablo S. Torrás
Fotografías: ©countrysessions.org

El Canal de Castilla. La antigua vía comercial al centro de la meseta.

Con una longitud de 207 km., 49 esclusas y 170 m de desnivel, en su tiempo fue una de las mayores obras hidráulicas del S.XVIII.  Su función era servir de vía fluvial uniendo Castilla con los puertos del Cantábrico, una alternativa más rápida y cómoda que a los tortuosos caminos de tierra que hasta ese momento eran utilizados para la exportación de la harina de trigo, las telas fabricadas con las famosas ovejas merinas de la Mesta y la importación de paños  de Flandes.

En épocas anteriores ya se hicieron proyectos muy avanzados como la navegabilidad el río Tajo hasta la capital de España, pero fueron echados abajo por la Inquisición con el extraño argumento de que no era una cosa Natural y por tanto iba contra la ley de Dios.

No sería hasta el periodo de la tan denostada Ilustración en que uno de dichos proyectos se concretaría bajo los auspicios del Marqués de la Ensenada, ministro de  Fernando VI, que crearía entre otras cosas la Academia de Bellas Artes e  instauraría una Hacienda estatal con impuestos más justos y proporcionados a los ingresos frente a los poderes de la Nobleza.

La economía castellana cayó en bancarrota cuando se pasó a depender de los envíos de oro de América y de los préstamos a cuenta de los bancos del norte de Europa. Con este proyecto se pensaba reflotar otra vez el esplendor de Castilla, pero su duración fue efímera, ya que el ferrocarril le sustituiría rápidamente como medio de transporte de trigo, carbón y  la manufactura de telas que se creó a su alrededor. Más modernamente el tren también potenciaría el transporte de la industria automovilística y de pasajeros.

El kilómetro cero del Canal de Castilla comienza en Alar del Rey, en las masas boscosas que retienen el agua del Pisuerga y es embalsada con la primera compuerta conocida como el puente de la Coneja.

En sus laterales podemos ver los barracones de los almacenes con las argollas para las barcazas (llegaron a haber hasta cerca de 365), un pueblo de construcción modernista y las mazmorras junto al río para los presos que se utilizaron en las obras. Tuvimos la fortuna de comprobar cómo se llenaba el embalse con las pausadas lluvias otoñales que invitaban al paseo bajo los árboles, la reflexión y la calma.

Más abajo se encuentra la esclusa del Barrio de San Vicente. Junto a ella, en la parte alta, se encuentra la ermita del Santo Cristo, desde la cual se divisa tanto la llanura inmensa de la meseta castellana como la impresionante montaña palentina.

En él podremos ver lo que será constante a lo largo de la vía fluvial, las ruinas de molinos de agua que funcionaron, bien como antigua central eléctrica, bien, como en este caso, un martinete hidráulico para fabricar distintas herramientas metálicas, y en otros casos, las aguas servirían para moler el cereal y producir harina.

A lo largo del canal se construyó un camino de sirga por el que discurrían las mulas que arrastraban las barcazas. En todas las esclusas vemos los testimonios de las piedras que servían de amarre.

Pasado Herrera de Pisuerga (antiguo campamento romano del S. II a. de C.), está la 6ª esclusa, en la que a diferencia de las anteriores, se ha restaurado el mecanismo permitiendo su llenado con las aguas procedentes de la retención del río Pisuerga con el que confluye en este lugar.

Esto posibilitará que un barco pueda remontar el canal en un agradable viaje turístico de hora y media a través de un variado y colorido bosque de galería.

En el ensanche que se produce en la Presa de S. Andrés nos podremos aventurar a cruzar un puente colgante de madera y cables de acero al más puro estilo de Indiana Johns o coger una barcaza sujeta a una maroma de la cual los tripulantes tendrán que tirar como se hacía antiguamente para moverla. En el pequeño museo que hay junto al río veremos una pequeña maqueta de cómo funciona el llenado de las esclusas para elevar el nivel del agua.

A la llegada a Frómista nos encontramos  con la estructura hidráulica más emblemática. Una esclusa cuádruple y un desnivel de 14 metros. La localidad pertenece al Camino de Santiago y en ella está dos iglesias imprescindibles en el la historia del arte. La románica de San Martín y la gótica de S. Pedro.

El acueducto de Abánades fue labrado piedra a piedra y es uno de los más impresionantes. Por el discurren las barcazas turísticas y sirve de camino para peregrinos y ciclistas. Las pérdidas de agua del canal que coinciden también aquí con el río producen un bonito espectáculo en otoño con alisos, álamos, olmos, sauces, etc.

A la altura de Ribas de Campos se juntan en un mismo lugar tres esclusas, alrededor de ellas hay un embalsamiento en el que aparte lo espectacular del entorno,  tuvimos la fortuna de ver un visón europeo. No es de extrañar, pues el  Canal de Castilla es considerado un corredor ecológico de especies animales y es considerado Zona de Especial Protección de las Aves (Z.E.P.A.)

En este lugar se produce una bifurcación en dos ramales, uno es el Ramal Sur hacia Valladolid y otro es el Ramal de Campos hacia Medina de Rioseco. Camino de Valladolid, antes de pasar por Palencia están las esclusas de Grijota, con su tradicional fábrica al lado, aunque actualmente está medio derruida. Es impresionante ver los reflejos de las casas en el agua antes de superar el elevado desnivel.

Nosotros nos dirigimos esta vez hacia el Ramal de Campos, dejando las imponentes ciudades de Palencia y Valladolid para otra ocasión. Nos decantamos por los pequeños pueblos de casas de barro con sus palomares y sus esclusas en medio de la nada con la antigua casa del esclusero al lado.

Después de dejar atrás otros acueductos tan impresionantes como el de Abánades y numerosos puentes de piedra junto a las ciudades, por último, llegamos al final del trayecto en Medina de Rioseco.

El canal atraviesa la ciudad. Junto a los pisos, los álamos y los sauces humanizan la urbe. Vemos también las antiguas grúas de descarga y los enormes volantes de las compuertas que son todo un símbolo del lugar.

La explanada de la enorme fábrica de harinas es el puerto donde acaba nuestro viaje. Mientras charlábamos con unos pescadores junto las antiguas barcazas metálicas ya en desuso, observamos la llegada del barco turístico con tracción de ruedas de palas que recuerdan los barcos de vapor del Misisipi.

El Canal de Castilla se ha encontrado nuevamente a sí mismo. Se ha convertido en una atracción que nos habla de la historia cultural de otra época, pero también de su función ecológica como corredor natural y vía verde para ciclistas y peregrinos