INVIERNO EN ALBARRACÍN

Texto © Pablo S. Torras
Fotografías © Country Sessions

Al adentrarse en la serranía, de repente y enclavado en ella, aparece  esta sorprendente joya y  uno se extraña de la poca gente con que nos encontramos.  Es una zona que por su arquitectura árabe, por sus dimensiones humanas y por estar entre montañas, podría ser una continuación de la filosofía  de la habitabilidad del antiguo reino árabe de Granada.

Afortunadamente el anonimato no es el caso de Albarracín. En 1961 es declarado Monumento Nacional, en 1966 recibe la Medalla de Oro de Bellas Artes y en la actualidad está propuesto como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero el premio mejor lo recibe de la gente,  que la ha votado como el pueblo más bello de España.

Cuando lo hemos visitado seis años después, continuaba allí, con el mismo espíritu pero mejorada. Seguías pudiendo pasear por sus calles sin agobios de gentes. Ha sabido conservar su estilo hogareño, vivido, con las fachadas acondicionadas, pero no con ese aspecto falso de las malas restauraciones que parecen decorados de películas.

No en vano por su especial emplazamiento ya había sido elegido desde la antigüedad por diferentes pueblos. Así  podremos encontrar como más destacables,  bien las pinturas rupestres con escenas de caza del paleolítico en el pinar de Rodeno, bien un acueducto romano excavado en roca y que llevaba el agua desde Albarracín hasta la localidad de Cella, dejando a su paso troneras, túneles y pozos,   o  bien las mismas murallas que lo convirtieron en capital del reino de Taifas de “AI Ibn Racin”.

Ha sabido superar la dureza del clima con sus 1.180m de altura, una temperatura media de 11ºC, entre altiplanos asolados por el frío de la nieve o la niebla, y cuyos únicos testigos de vida humana son los pueblos tan encajados en la montañas que fue necesario señalizar en el S.XIX  por mojones de barro arcilloso, erguidos, destacando sobre la llanura. Esta misma planicie ha sido obstinadamente rastrillada por agricultores, que parecieron querer dibujar en la tierra sorteando las rocas caprichosamente diseminadas por las hondonadas y flanqueadas por indómitos sabinares.

Este clima ha modelado su capital cuyas casas rivalizan en altura como las plantas que compiten unas con otras por alcanzar un rayo del sol benefactor. Pero a su vez, ha ido conservando en sus callejuelas los desniveles del terreno y manteniendo la distancia justa para que ese mismo sol no se convierta en abrasador y evitar, además, la crudeza del viento. Sus habitantes lo han aprendido de los juegos de luces producidos en algunos de sus valles vecinos, formados por cañones de caliza con imponentes contrafuertes naturales al más puro estilo del cañón del Colorado.

Sí, es un pueblo que ha sabido aprovechar ecológicamente los recursos de la crudeza del clima. Por él han sido forjados y de él han aprendido el arte de forjar el hierro, mostrándolo  en miles de detalles como las farolas, la cerrajería de las puertas, las ventanas y  las balconadas. Pero además, han aprendido que el mejor aliado contra el clima son las plantas, que en forma de delicadas enredaderas de colores, conservan la humedad y la umbría en verano, y cuando llega el  inverno dejan caer sus hojas para permitir la entrada de los rayos solares. De ellas tomarán el motivo para los encajes de las ventanas que dejan pasar la luz pero no los rigores del calor.

Cuando nos planteamos visitar la comarca en seguida nos distribuirnos para cubrir todo el territorio, pero pronto sucumbimos a sus encantos y decidimos ir juntos para no perdernos detalle, aunque esto nos supusiera limitarnos  a dos o tres zonas. Qué hacer cuando además de todo lo contado, descubres una cascada helada de formas caprichosas producidas por el hielo  o la promesa del rojizo atardecer en el castillo de Peracense, ya de por sí construido sobre una piedra colorada, y que domina toda la comarca.

Finalmente, para rematar,  no podía faltar una visita a Teruel capital y descansar con una comilona de productos de locales mientras contemplábamos el esplendor del arte Mudéjar de sus calles. Afortunadamente la provincia de Teruel también existe.