LAS CIGÜEÑAS DE ALFARO

Texto © Pablo S. Torras
Fotografías © Country Sessions

Cuando nos propusimos desplazarnos a Alfaro a ver las cigüeñas de la Colegiata, no imaginábamos el emplazamiento privilegiado desde el que podíamos observar los alrededor de 500 ejemplares y 115 nidos que alberga en sus 2000 m2. No en vano, posee el record del mayor número de nidos sobre un mismo edificio. El mirador, situado en la parte trasera del edificio barroco de San Miguel, nos permite estar casi a la misma altura de los mismos.

Más quisiéramos tener en los aguardos que realizamos otras veces en medio del campo, las mismas facilidades que en Alfaro. En los aguardos campestres, el silencio y las reducidas dimensiones impiden compartir con los compañeros de observación nuestras impresiones de lo que ahí está sucediendo.

Puede parecer extraño dirigirse a fotografiar fauna salvaje a un monumento histórico nacional en medio de una población, por mucho que las cigüeñas en España ya formen parte obligada del paisaje de las iglesias. Y es que las cigüeñas ha escogido este enclave precisamente por la protección que encuentran en las casas más cercanas a la colegiata. Desde allí fácilmente se pueden dirigir a los numerosos puntos de agua que ofrecen los ríos Alhama y Ebro, así como los canales y embalses cercanos.

Cuando mirábamos las Cigüeñas, en seguida quedamos fascinados por el majestuoso y sencillo vuelo de las aves en su ir y venir para traer material al nido. Pero esta aparente sencillez, queda desenmascarada cuando se inician las maniobras de aproximación al mismo. En ese preciso momento tienen que contrarrestar todo su impulso, con un fuerte batir de alas para posarse sobre él. Es, sin embargo, en estas ocasiones, cuando podemos captar con la cámara el plumaje de las alas en todo su esplendor. Éste queda disimulado cuando está volando, por diseño aerodinámico de las mismas que permite ofrecer la menor resistencia en vuelo, y cuando están en el nido, por la forma de encajarse las plumas, que no dejan pasar el frío matinal.

La aglomeración de nidos no impide que cada pareja de cigüeñas guarde su intimidad y se dedique a sus quehaceres de reconstrucción de los mismos, pero en los momentos iniciales de la estación, son característicos los crocoteos o sonidos que realizan con sus picos para delimitar su territorio, y no son infrecuentes las escaramuzas por los pequeños hurtos de material, en los que aprovechan hasta las bolsas e plástico de los grandes almacenes, con las que parecen que han ido de compras.

Estos fríos días del final del invierno, nos hacen sentirnos como verdaderos intrusos de la intimidad de las parejas, cuando las observamos que empiezan con los pequeños cuidados mutuos sobre el plumaje de sus compañeros y terminan con el batir de alas para posarse una sobre la otra durante la cópula, con el consiguiente alboroto de las palomas de los alrededores.

El atardecer es un momento especial, porque con su color anaranjado, se difumina el fuerte contraste entre el blanco y el negro del plumaje, y se realza el color rojizo de sus picos y patas. Finalmente, al anochecer y al abrigo de estos enormes nidos, se refugian gran cantidad de palomas y pajarillos.

Como nos comentaba la recepcionista de la oficina de turismo, en Alfaro se toman muy en serio el emblema de las cigüeñas que festejan en la festividad de S. Blas. La reconstrucción de una de las torres se está haciendo fuera de la colegiata, y cuando ésta esté terminada, será trasladada a su lugar original, en la época que ocasione menos molestias a la nidada.

La supervivencia de esta colonia parece por lo tanto asegurada, lo que dará la oportunidad a otros de disfrutar del mismo espectaculo que vimos nosotros.