SEGOVIA, CRUCE DE CULTURAS.

Texto: © Pablo S. Torras
Fotografías: © www.countrysessions.org

Cuando nos propusimos hacer un reportaje de Segovia, pensamos hacerlo de una manera diferente a  las agencias turísticas al uso, aunque era imposible sucumbir a la belleza de la piedra en una primera atacada. Pero no adelantemos acontecimientos.

Nada más llegar y tras visitar el Centro de Información con su maqueta en tres dimensiones de la ciudad, que nos daba una idea general a vista de pájaro, vimos a los turistas haciéndose unas fotos orgullosos y divertidos de poder estar en su destino soñado.

Nos dividimos en dos grupos. Uno entrando desde el principio en el corazón de la ciudad como generalmente se presenta al viajero, y otro en el que enseguida me apunté, el del que se acerca poco  a poco como el amante que seguro de los valores de la amada va recorriéndola en una danza respetuosa de acercamiento/alejamiento sin intentar invadirla y sin embargo abriéndose a ella.

Lo primero que vimos fue muro de piedra y calles defensivas, pero que no engañan a nadie. El verdadero valor está en el muro de plantas y bosques que hay alrededor. Lo otro está bien para impresionar en un primer momento, como las espinas del rosal del Principito que sólo son aprendices de garras, pero de eso no se vive día a día. Los romanos ya lo sabían y no en balde eligieron el valle y la grieta que se abría en medio de la planicie de la mesta castellana, canalizando luego el agua hasta allí  desde las cercanas cumbres de la sierra mediante el acueducto.

Al ir caminando por  los bosques de hoja caduca que rodean la ciudad y que en otoño son espectaculares, vimos las imponentes torres del palacio del Alcázar. Según algunos sirvieron de inspiración para los castillos de los cuentos de hadas de Walt Disney. Si no fue así debería haberlo sido. Si bien impresiona su colocación sobre las rocas del barranco, no desmerecen las vistas desde sencillas iglesias románicas de alrededor con sus praderas a las que acuden las parejas de recién casados a fotografiarse y con el consiguiente regocijo de los niños que corretean por ellas.

Ya por las calles se respira la convivencia de culturas y religiones  que  se puede ver tanto en las ventanas románicas, isabelinas, etc. de diferentes épocas de la religión católica como  en arcos y ventanas mozárabes y del barrio de la judería. Nadie se siente emigrante aquí, al contrario esta mezcla de culturas es lo que le ha hecho grande.

En sus calles son frecuentes los carteles y las esculturas de las personas que sucumbieron a los encantos de Segovia como el insigne músico del folclore castellano, el maestro Agapito Marazuela, y el pintor norteamericano Maurice Fromkes. Igualmente son frecuentes los edificios históricos como la casa museo de Antonio Machado y el convento de las descalzas fundado por la mismísima Santa Teresa de Jesús, cumbre del misticismo occidental y comparable al misticismo oriental. También es de destacar, según reza uno de los carteles, que aquí se proclamó como reina a Isabel  la Católica.

Callejeando hacia la catedral son numerosas las casas de construcción medieval, con sus ricos forjados (algún día tendremos que hablar sobre este noble arte para recuperarlo) con sus murales, sus puertas de entrada con plantas colgando, sus capiteles y que de vez en cuando dejan a la vista algunos de sus ladrillos desconchados al más puro estilo del Romanticismo que añoraba el apogeo de las épocas clásicas. A uno le recuerdan esas láminas de dibujo en carboncillo que tenía que hacer el colegio  mientras se imaginaba la vida que había tras ellos.

Aunque lo que más choca en la calle son los  detalles de los esgrafiados de las paredes, las casas como la de los picos y los emblemas  y escudos medievales.  Como muestra representativa no hay más que pasarse por la plaza donde está el monumento a Juan Bravo. Fue uno de los cabecillas de la primera revolución democrática de Europa, la de los comuneros, pero que luego fue ahogada en sangre por la nobleza y la burguesía  en cuanto vió en peligro su poder frente al pueblo.

Si me he de quedar con uno de los escudos prefiero el de los restaurantes. Sus armas son el cochinillo, la trucha y el vino. El más famoso restaurante es Casa Cándido pero no es el único cocinero famoso de la zona, de aquí han salido otros maestros de reconocido prestigio en los numerosos concursos de cocina, de tapas o de catadores de vino.

En este explorar por las calles enseguida nos encontramos con las numerosas casas de oficios medievales como las de cestería y barro o las riquísimas confiterías que alegran el paladar.

Y  por fin la catedral, con sus contrafuertes góticos que se elevan como flechas que nos dirigen  hacia el cielo, con sus gárgolas y demonios nocturnos en el exterior, pero con esa idea de ligereza, de espacio y de luz una vez dentro. Domina la plaza Mayor donde hasta los charcos que la reflejan exaltan su arte.

Cabría preguntarse cuáles son los edificios más emblemáticos de nuestras ciudades. Por su calidad y por su cantidad nos dirán dónde está el corazón de las gentes que lo habitan y por qué es un destino favorito por culturas como la oriental o para hacer jornadas internacionales.

Segovia contrasta por la espiritualidad de sus iglesias y conventos que invitan al recogimiento frente al ruido y la prisa exterior. Otras ciudades se enorgullecen del número de sucursales bancarias y de los rascacielos de hierro y hormigón fruto de la especulación y del dinero fácil. Ambos sitios nos dicen donde están nuestros dioses.

Finalmente a la noche, como los amantes, nos despedimos con la idea de que nos ha sabido a poco y dejamos detrás el Alcázar. Parece un buque iluminado que atraviesa la oscuridad de los campos.