Seguimos en la en los alrededores de la Cuenca del Narcea en la ruta de la Garganta del Cabreiro, que nos dará la oportunidad conocer la vida rural del Principado.
Después de abandonar el Centro de Interpretación donde nos orientaron sobre los sistemas ecológicos de sus diferentes valles, de su flora y su fauna,
© Pablo Torras/www.countrysessions.org
Ascendemos por una ladera, y después de visitar la consiguiente ermita protectora, nos adentramos por una garganta donde nos imaginamos cómo debía ser la vida en una época no tan lejana, donde no existía la tracción a motor y todo el trabajo se hacía manualmente o con animales de carga.
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Las nubes cargadas de lluvia benefactora y la niebla nos impiden reflejar la belleza del paisaje desde lo alto, pero baste como ejemplo la vista de la aldea de La Veiga´l Tachu. Nos imaginamos el alivio de los aldeanos al coronar la montaña y ver que ya tenían a su alcance las primeras luces de las casas.
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Al estar en el fondo el valle la climatología es más refrescante durante los calores del verano y está más protegida de los rigores de las nieves del invierno. Es un microclima que da para cultivar el huerto, algunos frutales y, en las laderas más despejadas, tener un poco de cereal y pasto para el ganado.
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Ésta podría ser la estampa típica de cualquier región de Asturias. El huerto, los frutales, el molino de agua que proveía de harina y arriba, al fondo, las colmenas rodeadas de un cortín de piedras para protegerlas del oso. Todo lo necesario para una economía autónoma, sin embargo es tradicional su hospitalidad ávidos de saber noticias del mundo exterior y de facilitar el duro caminar del viajero.
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Abandonamos el rumor de las aguas del río para comenzar la ascensión entre castaños centenarios hasta llegar al siguiente pueblo.
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Las castañas se almacenaban en los cuerríes o corros de piedras que se utilizaban como secaderos.
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El camino discurre a media ladera y nos da la oportunidad de ver tanto el cauce de las aguas al fondo del valle,
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como los grandes picachos que se intuyen entre las nubes
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y en la colina de enfrente, la variedad de las especies de árboles con su paleta de colores.
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Mientras, tomamos un pequeño almuerzo reparador desde el pueblo de Lartosa. Aquí los hórreos y las casas son más grandes y da la impresión de que al llegar la luz con más facilidad, la vida se expande.
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La niebla se va despejando y nos va dejando ver lo indómito de la gente de este lugar que se atreve a cultivar en los sitios más inaccesibles.
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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
DATOS DE LA FOTOGRAFIA
Olympus O-MD E-M1
Objetivo Olympus 12-40mm 1: 2.8 PRO
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