Por la Paz en Oriente Medio.

Durante esta semana, a partir del martes 23 próximo, de forma excepcional, vamos a iniciar una serie de crónicas fotográficas de nuestro compañero Angel Trótter, que durante unos días estará en Palestina, colaborando con la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género.

Este es el lema de este viaje a Palestina. Para mi es el quinto viaje que realizo en estas fechas, un viaje difícil desde el principio, desde antes de empezar a prepararlo. Aún recuerdo el primer año y el motivo. Acababa de enterrar a mi padre no hacía una semana y decidí desaparecer una temporada para ordenar ideas. Allí, y casi como en todos los viajes, nada más aterrizar te pegas una buena ostia de humildad en cuanto empiezas a hablar con cualquier persona de las que viven en los territorios ocupados. No, no voy a entrar en politica: que si los judíos esto, que si los palestinos lo otro… Voy  a hablaros de personas, de vidas truncadas, de situaciones cotidianas, de lo que tiene que hacer un chaval de veinte años cada mañana para poder ir a la universidad.

Os pongo un ejemplo: la ciudad de Belén dista de Jerusalén seis kilómetros solamente. Se podría ir andando, yo lo he hecho. Es un paseo de poco más de una hora, pero para un palestino, tanto si va en coche como si va andando, esa hora puede convertirse en cinco, seis, o incluso más. Puede que al llegar al check point no le dejen pasar, puede que antes de llegar le confundan con un terrorista y le peguen un tiro, puede que las dos cosas, o que le retengan en el puesto de control y le metan un palo por el culo, literalmente.

Ahora me voy al otro lado: una chica de diecinueve años. María es argentina y se fue a vivir a Jerusalén con sus padres para vivir allí como judíos. Hasta aquí normal, pero María es obligada a cumplir un servicio militar de dos años al tratarse de una mujer -y de tres años si fuera un hombre-. El resto de su vida será reservista. Eso quiere decir que dormirá con un fusil de asalto en casa y cuando salga lo llevará en el coche. Por supuesto casi nadie lo hace pero es un dato. María trabaja en un restaurante tipo loft neoyorkino en la parte alta de Jerusalén, detrás del hotel King David y con lágrimas en los ojos me cuenta que tiene miedo de los palestinos, que una amiga suya murió en un atentado hace unos años, que no entiende nada, y que no puede más…

Esto no es más que un ejemplo de lo que te puedes encontar el primer día tan solo con hablar con un grupo de universitarios de Ramallh, Belén, Kalkilia o cualquier otra ciudad, o simplemente en un restaurante hablando con una camarera que te llama la atención porque la oyes hablar en español y no en hebreo.

Otro día os contaré como es el tema de las matrículas de los coches según donde te muevas, de los toques de queda y de la finalización del alto el fuego que desde el día diecinueve se ha hecho efectiva.

Particularmente creo que tanto palestinos como judíos tienen más en común que en contra y que hay voluntad por ambos lados de llegar a una solución. No va a ser fácil hablar de esto sin entrar en política pero lo intentaré. Por cierto os recomiendo a todos que vengais al menos una vez en la vida a conocer tierra santa, como lo llaman los cristianos, y participar en la misa del gallo en Belén el día de nochebuena, o a caminar por el Vía Crucis tal y como el mismísimo Mesías lo hizo hace 2008 años.

En fin, me comprometo a mandaros una crónica diaria del viaje y de lo que vaya aconteciendo.

Hasta el martes.

©Angel Trotter / countrysessions.org