Este Parque Natural de gran importancia estratégica a nivel ecológico estuvo rodeado de una gran polémica porque iba a ser atravesado por la autovía que une Madrid con Valencia por sus lugares más sensibles.
© Pablo Torras/www.countrysessions.org
Esta cuenca del río es el camino natural de acceso entre la meseta y la costa, por lo que fue siempre una de las vías de comunicación más importante no sólo a nivel humano, sino que también lo es a nivel faunístico y de especies de este bosque mediterráneo de transición, muchas de las cuales son en endémicas de aquí.
Después de dejar al autopista a la altura de la gran presa que contiene la potencia estacional de su cauce, descendemos por una carretera llena de curvas donde uno se imagina que discurrirían las antiguas carretas y que las pequeñas posadas que encontramos ahora son herederas de las que hubo entonces.
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Discurrimos a través de una cómoda carretera forestal junto al cauce, dejando una zona de recreo y unos olivares hasta llegar a un lugar donde se encajona el río.
Al ser el terreno calizo y yesífero nos encontramos con unos enormes pliegues verticales que alternan unas veces con la vegetación del bosque y otras, al deshacerse por la erosión del agua las parte más blandas, las paredes quedan completamente al descubierto, lisas y puntiagudas como si fueran cuchillos.
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De vez en cuando quedan huecos a modo de ventanas de formas caprichosas que dejan pasar la luz del cielo.
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Tuvo que ser impresionante ver en acción por estos lugares los animales de otras épocas de los que sólo se han encontrado sus fósiles, los camellos gigantes más antiguos de Europa, antílopes, los antepasados de los actuales toros, hipopótamos, elefantes gigantes o tigres de diente de sable.
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Las paredes rocosas que rodean el río y sus alrededores están cubiertos de un bosque de gran variedad de especies, que entre otros tiene árboles como el pino blanco, pino piñonero, carrascas, robles valencianos y el quejigo. Aromatizados todos ellos por arbustos como el romero, el lentisco, el madroño, el boj y la sabina albar.
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Tiene uno de los bosques de ribera mejor conservados de la Comunidad Valenciana y a juzgar por los colores de las hojas que aún se conservaban en los lugares más cálidos, tiene que ofrecer un otoño muy interesante con los chopos, sauces y el tamarix.
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A nivel de fauna, al tener uno de los cauces más cristalinos y puros de los ríos de la Península, no pueden faltar todo tipo de peces como el blenio de río y el loina o Madrilla del Júcar endémico de la cuenca. Así mismo, hay cangrejo autóctono, sapillo pintojo ibérico, gallipato, galápago leproso y la salamanquesa rosada.
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Con tanta riqueza fluvial y con la abundancia de carrizos y cañaverales junto a las orillas no podría faltar la juguetona nutria, por los empinados riscos la cabra montés y, escondido entre las múltiples oquedades el turón, como algunos de sus mamíferos más representativos.
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Tiene la protección especial de la zona ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) dentro de la RED NATURA 2000 ya que en su interior nidifican aves tan emblemáticas como el águila real, el águila perdicera y el búho chico.
Según vamos acercándonos al final del valle el camino se ha ido encañonando más y más, hasta tal punto que ha sido necesario escavar túneles en la roca para poder atravesarlo, convirtiéndose en una serie de galerías con un sugerente juego de luces y sombras.
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Finalmente, llegamos a una quebrada guardada por dos enormes moles de piedra que a modo de torres de vigilancia de una simulada puerta feudal nos abren el paso a una planicie llena de luz.
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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
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