Diego «el perillo» y la otra memoria histórica.

Diego Moreno de la Torre, conocido por «el perillo» es mi abuelo de la infancia, de mis correrías por la Sierra de Mágina, en Jaén, y de uno de los pueblos más bellos de toda la comarca, Albanchez de Mágina.

Un abuelo de esos de pueblo, que unos pocos privilegiados tenemos en este país, que cuando eres pequeño te contaba historias de Sierra Mágina –la sierra de los moros-, de «bishas» -serpientes- tan grandes como anacondas que le perseguían por la huerta para devorarle, o de cuevas llenas de tesoros en lo más alto de los picos de este impresionante macizo calizo jienense, tan bello y tan desconocido al mismo tiempo.

Ese abuelo que se te queda impreso en la memoria y que con el paso de los años, cada vez lo ves de más tarde en tarde -nunca tenemos tiempo para bajar a ver a los abuelos-, pero que siempre que ocurría, seguía contandote historias de como los maquis le quitaron las alpargatas siendo pastor de cabras en la montaña y tuvo que volver al pueblo descalzo, o de como pasó la guerra entre un bando y otro con el único fin de salvar el pellejo. Otras veces nos decía a los nietos «…el hombre no ha llegado a la luna, eso es mentira…» y mira tu por donde, hace poco se ha puesto en bastante entredicho la gesta americana… vaya con mi abuelo.


Vista de Albanchez de Mágina. ©Andrés López / countrysessions.org


Vista de la plaza del Ayuntamiento de Albanchez de Mágina
©Javier I. Sanchís / countrysessions.org

Diego «el perillo» fue hombre de campo en Sierra Mágina, una sierra agreste y dura. Hombre de olivas y de aceite. Este que se da aquí dicen que es de los mejores del mundo. Fue también pastor desde bien pequeño junto a su hermano y eso le dió un conocimiento de la Sierra impresionante, tanto que el día que le dije que había subido a la Fuente «del Aguaero» en lo más alto de Mágina, no se lo creía. Esa fuente, junto con la conocida como la «del Espino» por el arbusto que crece entre sus paredes, son dos de las míticas fuentes de los pastores que pocos del pueblo conocían en tiempos, pues se trataba de cimas de montaña que solo los pastores de cabras y ovejas más avezados se atrevían a visitar.


Fuente del Espino. Al fondo el pico La Peña 2014m de altitud.
©Andrés López / countrysessions.org


Yo en la Fuente del «Aguaero». 1600m. de altitud. Esta foto pedí que me la hicieran
para mi familia, como recuerdo de una de las míticas fuentes de la sierra.

©Javier Abad / countrysessions.org


Pastos de montaña de subida al Pico Carboneras 1512m. de altitud. Lugar de
pastores. ©Andrés López / countrysessions.org

También fue testigo de la presencia en estas tierras y montes del Buitre leonado, del Alimoche y del Lobo -alguna que otra historia nos contó sobre el can y como bajaba en las noches de frío invierno al pueblo, cuando él era «chico«- tres especies de grandes animales que han desaparecido de Mágina hace tiempo. También fue esquilador de ovejas y nos mostraba las herramientas de tan noble oficio cuando ibamos a visitarle. Y también fue «encalador«, eso que ya no existe ni perdura en nuestra Andalucía más profunda y que ha dado el color característico y nombre a muchos pueblos que ahora se ven atestados de turistas, ávidos de «ruralismo«.

Diego Moreno «el perillo» es parte de esa otra memoria histórica que tantos y tantos ancianos poseen en su cabeza y que traspasan a sus hijos, nietos y biznietos. Estoy convencido que mi amor por la Naturaleza, y mi interés desde bien pequeño por todo lo que nos rodea, se lo debo a las historias de mi abuelo, que me hacía soñar con las cosas maravillosas y aventuras de la Sierra de Mágina. Creo que la memoria histórica debería ir más allá de los panfletos coloristas políticos, y debería recoger todas estas enseñanzas y cultura que estos abuelos poseen y que si no se transmite y recoge se perderá para siempre, como los pueblos donde viven y que cada vez se ven más abandonados.


Cerezos en flor en el puerto de Torres a Fuenmayor. Al fondo el Cerro Cárceles, 2061m.
©Andrés López / countrysessions.org


Vista desde el puerto de Torres, 1400m. de altitud. Al fondo la Serrezuela de Bedmar.
©Andrés López / countrysessions.org

Diego Moreno «el perillo» murió el pasado miercoles de madrugada, día 18 de junio del 2008, con 89 años de edad. Toda su vida trabajó como un burro, las pasó canutas, tuvo ocho hijos que le han dado una gran familia, más de cuarenta y cinco entre nueras, yernos, nietos y biznietos, y a todos los ha conocido. Fumó y bebió lo que quiso y hasta el último día se agarró a la vida como siempre lo había hecho, con ganas. Nunca fué hombre de misas ni de curas, pero la tradición más pura y antigua manda en un pueblo como Albanchez de Mágina, y por ello mi abuelo tuvo su velatorio de cuerpo presente, toda la noche de velo, caldo y pastas. Medio pueblo acompañó toda la noche a la familia y el otro medio pasó a dar el pésame, y fue enterrado al día siguiente en un pequeño cementerio rodeado de olivos centenarios y cerezos en la misma ladera de la sierra, mirando a las Peñas del Torcal, que tanto recorrió y pateo desde bien pequeño. Estoy seguro que no hubiera querido estar en otro sitio.

Con el permiso de mis compañeros de Country Sessions he querido acordarme de mi abuelo «el perillo» ya que la última vez que le vi con vida fue la primavera del año pasado precisamente visitando Mágina en un viaje de Country Sessions. Recuerdo que pasamos por Mágina desde la Sierra de Cazorla, y paré a dar un beso a los abuelos. Mi abuelo, con ya bastantes achaques mentales volvió a deleitarme con sus historias de cuando él estuvo en Cazorla, y disfruté viendo y oyendo como con tantos años se acordaba perfectamente de donde había estado, y aquella fuente que había en la puerta donde estuvo alojado, cuya agua bajaba a beber porque estaba mejor que la del grifo.

Diego Moreno «el perillo» se ha llevado a donde sea un legado de enseñanzas e historia y ha dejado una pequeñísima parte de esto en sus hijos y nietos. No dejemos que nuestros abuelos se vayan sin enseñar todo lo que tienen en su cabeza. Si tenemos una personalidad y una entidad como pueblo o como pais, es gracias a la historia y las historias que gentes anónimas como mi abuelo han vivido, aprendido y luego enseñado. Esa otra «memoria histórica» no puede perderse, porque es nuestra historia. Y nuestros pueblos cada día están más vacios de ancianos y de historias que enseñar.

Las pocas historias y enseñanzas que mi abuelo Diego me ha dejado en la memoria espero saber transmitirselo a mi hijo algún día, para que esa otra memoria historica siga perdurando a lo largo de generaciones de «perillos«.

©Andrés López / countrysessions.org