Crónicas desde Gaza 2009 (4): Only one shot, please!

Son la nueve de la mañana y Nasim nos ha dejado tirados. Gema está nerviosa, necesita testimonios de algún superviviente de la masacre de Gaza. El guía no viene, es domingo y no hay taxis. Aquí, al domingo lo llaman vacaciones y nos cuesta encontrar un  transporte. La recepcionista de nuestro hotel nos consigue al fin un taxi a las once de la mañana.

Corre el tiempo y tengo la sensación de estar perdiendo la mañana. Llegamos al hospital de Beit Jala con una mano delante y otra detrás y entramos por urgencias. Es domingo y no hay mucho personal para atendernos. Tras hablar con los familiares de algunos pacientes ingresados, nos cuentan que hay un chico de 25 años al que le han amputado las dos piernas pero que sigue amenazado y no quiere hablar con nadie, y además solo habla árabe.

Nos sentamos en la cafetería a pensar qué hacemos y se nos acerca un enfermero ofreciéndose a ayudarnos. Nos vuelve a hablar de los bombardeos del año pasado y nos dice que más de 600 personas fueron atendidas en su hospital y que aún siguen llegando. 1.500 muertos, más de 6.000 heridos, miles de casas destruidas y durante más de dos meses la prohibición de dejar pasar ayuda humanitaria ni siquiera a los hospitales.

Cuando ya nos habíamos mentalizado de que no teníamos ninguna historia que contar, llega el director del hospital para ofrecerse a ayudarnos. Tras la entrevista nos cuenta que se encuentra en el hospital la persona que estábamos buscando. Omar llega con su silla de ruedas. Un hombre muy atractivo de piel aceitunada con la mirada baja, y nos sentamos junto a un pasillo retirado del hall del hospital. Le preguntamos al director en inglés para que nos haga de intérprete de árabe con Omar, y que le pregunte como se siente un año después. Omar nos mira y vuelve a bajar la vista a su silla. Comienza a hablar en un tono casi susurrando y se va soltando poco a poco. Se encontraba trabajando el segundo día de la ofensiva en el momento de los bombardeos y un misil de la llamada operación «plomo fundido» entró atravesando el edificio matando a sus compañeros y el resultado fue el que teníamos delante.

Tiembla y levanta la mirada. Nos dice que aún tiene miedo de hablar y que se va. Tiene miedo porque aún entran los soldados en los hospitales a llevarse a los heridos para interrogarlos y que desaparecen. Conseguimos sacarle las ultimas palabras con sacacorchos. Nos dice que ahora su única esperanza es la de volver a trabajar cuanto antes para poder ahorrar y comprar unas prótesis para sus piernas.

El director del hospital nos advierte que se tiene que ir y que si nos puede servir de más ayuda. Le pido que le pregunte a Omar si le puedo tomar una foto. Omar oye la palabra foto y le da media vuelta a su silla. Pido perdón por si le he molestado y me dice que le puedo fotografiar, y se señala el pecho. Ingenuo de mi, me llevo la cámara a la cara para hacerle un retrato y rápidamente Omar se tapa la cara con las dos manos y me doy cuenta de que lo que no quiere precisamente es que se vea su rostro. Omar me mira y me dice «only one shot«.

Mido la luz y hago la foto. Os presento a Omar.

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©Angel Trotter / countrysessions.org


Articulo perteneciente a la serie
Crónicas desde Gaza 2009
  1. Crónicas desde Gaza 2009 (1): La familia Shishada.
  2. Crónicas desde Gaza 2009 (2): Check Point
  3. Crónicas desde Gaza 2009 (3): ¿Féliz Navidad?
  4. Crónicas desde Gaza 2009 (4): Only one shot, please!