En esta ocasión nos familiarizaremos con los colores y sonidos de este popular habitante de nuestras charcas, que nos protege de las plagas de insectos.
Llegan los calores y con ellos la necesidad de refrescarnos con el agua de las charcas. Pero antes de poder ver el agua, detectar su olor a humedad o de oír el murmullo del agua correr, hay un cántico muy característico que nos anuncia su presencia a gran distancia, tanto de día como de noche, y que solamente con oírlo nos introduce en la frescura de las aguas cristalinas.
Éste es el sonido de la rana común (Pelophylax perezi). El anfibio más abundante de nuestras charcas, la que nos anuncia el verano y la fiel aliada que nos protege de las molestas picaduras de los insectos que viven en ellas.
Sin embargo, a pesar de este potente sonido que sale de las charcas, las ranas no son fácilmente localizables en ellas. Sólo cuando pasado un tiempo se ha hecho la vista a las mismas y cuando se atreven a moverse confiadas, es cuando podemos detectarlas. La mezcla de los colores de su piel y de sus manchas negras, junto con el color de sus ojos, negro azabache, la hacen difícilmente identificable entre las hojas que crecen en el agua. Apenas sabemos si hay dos o tres ranas en la foto.
Igualmente, el color marrón del principio de sus patas se confunde con el barro de la charca. Tanto cuanto les de la luz directa como cuando están a la umbría son difíciles de ver. Como observamos en la imagen, la misma línea delgada de la sombra que avanza hacia la luz las hace cambiar de color.
Cuando la oscuridad es ya casi total y no tiene hojas donde esconderse, parecería que destacaría fácilmente sobre la lámina de agua, pero no deja de ser un bulto más entre los otros que hay en el estanque.
Para saber más sobre la rana común visitar el enlace
Texto y fotografías: Pablo Torras