Con motivo del Día Internacional de los Derechos del Niño subimos unas nuevas fotos de la serie SONRISAS DEL MUNDO. En esta ocasión el lugar elegido es Rumanía y aprovechamos para reflexionar sobre el mundo que les vamos a dejar.
Es principios de septiembre, las clases no han comenzado todavía y estos niños tienen un momento de esparcimiento. Están en un parque infantil de columpios y casetas estándar y perfectamente homologadas por su seguridad, tratamiento de los materiales, etc. etc…
Hay una salvedad. Está situado casi al final del pueblo. Enfrente hay otro parque, pero éste no está homologado con los estándares urbanos de colores sintéticos, pintura no tóxica, perfectamente barnizado, sin astillas ni tuercas puntiagudas sobresalientes. Este otro parque es mucho más grande, no alcanza a la vista, y está homologado con la Naturaleza. De hecho está declarado Parque Natural. Tiene árboles de más de 300 años, tiene cientos de mariposas, ranas, pájaros, incluso dicen algunos que en los días más crudos de invierno los más afortunados han podido ver a lo lejos oseznos y lobos. ¡Cuántos niños podrían ver esto! Se conforman con ir a un zoo una vez en su vida para ver animales enjaulados que se les cae el pelo por las condiciones en que viven.
En el Parque Natural tienen toda clase de flores, setas (en las que en su imaginación viven nomos), tienen terraplenes por donde deslizarse (de vez en cuando se llevan una regañina por tener que poner culeras y rodilleras en los pantalones) o chapotear en los charcos y construir presas en los arroyos, pueden fabricar refugios en las ramas de los árboles o en los troncos abandonados, jugar al escondite por todo el bosque, y no en un mísero patio o plaza rodeados de coches.
En vez de los bocinazos de los coches oirán el sonido de los arroyos, del viento en las hojas,del zumbido de las abejas, de los trinos de los pájaros, la berrea de los ciervos en otoño, el mugido de las vacas (sabrán que la leche no viene de la fábrica) y podrán gritar y cantar alegremente sin que les multen por perturbar el nivel de ruidos. Recolectarán moras, frambuesas, arándanos…, y olerán el perfume de las plantas, a tierra mojada después de la lluvia e incluso al abono de los animales, y no a los gases de la polución.
Eso sí no tienen una Tablet para juagar a uno de los juegos digitales más populares que consiste en mantener una granja digital. No sé si serán grandes ingenieros que construyan enormes presas que nadie necesita, arquitectos de altos rascacielos cuya única utilidad serán demostrar que su constructor y su patrocinador tienen un complejo de inferioridad directamente proporcional a la altura de los edificios, informáticos empeñados en descubrir cómo o evitar que entren en las claves de seguridad que ellos han creado para las cuentas bancarias que operan en bolsa independientemente de la gente que las puso en marcha, o abogados que sólo se escuchan a sí mismos y tratan de defender a ricos defraudadores que son los únicos que los pueden pagar.
Afortunadamente estos niños simplemente serán felices y su efecto colateral será que pertenecerán al grupo de los mejores y más creativos ingenieros, arquitectos, informáticos, abogados, científicos y profesionales, ya sea de granjas o en general. Este grupo, como ha demostrado la historia han pasado siempre su infancia en el campo. Las ciudades de once, veinte o más millones de habitantes no fomentan la personalidad, sólo el individualismo solitario. La mayoría de las ciudades en los países“desarrollados” ya tienen estas proporciones y la de los países en “desarrollo” superarán en cantidad de habitantes a éstos. Es más fácil de controlar a la gente masificada. Ya lo decía Ortega y Gasset a principios del S.XX en su libro la «Rebelión de la Masas», el hombre-masa no se valora a sí mismo, sólo se siente a salvo si es como todo el mundo, idéntico a los demás. Es un número más entre la gente fácil de manipular.
No me extraña que un amigo que había vivido toda su vida en el campo, cuando vino a Madrid a resolver unos asuntos, adelantara su vuelta a casa horrorizado por este pedregal de edificios, y eso que en Madrid capital solo tenemos algo más de tres millones de habitantes en la zona urbana y alrededor de seis y medio millones si incluimos el área metropolitana, por detrás sólo de París, Londres y Berlín en la Unión Europea.
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Texto y fotografías: © Pablo Torras/www.countrysessions.org
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Sonrisas del Mundo. Los niños del Puerto de Borbón (Ecuador)
Sonrisas del Mundo Niños de Uganda
Y si quieres bailar con una sonrisa déjate llevar pulsando sobre el enlace de este vídeo Hecho Con Tus Sueños. Maldita Nerea