«Enviado desde mi iPhone»

Hace unos días recibí un regalo el cual tenía ya ganas: un teléfono móvil iPhone. Llevaba tiempo ya detrás de este nuevo artilugio, con el fin de poder aunar móvil y reproductor mp3, ambos artefactos muy presentes en mi vida cotidiana de todos los días. Aunque en España se comercializa desde hace un año, he estado esperando a que los precios bajasen, y justo ahora que presentan la versión mejorada 3GS, ha sido el momento de decidirse y pedir el 3G (más barato ahora) para regalo de cumpleaños.

iphone_2

©Andrés López / countrysessions.org

No me importa que haya ahora uno mejor. De hecho, hasta hace dos semanas, en España el iPhone 3G era el único que había, pero como las «personas humanas» somos así, el 3G ha pasado en apenas 14 días a ser «el antiguo«. Como digo, no me importa, realmente son prácticamente iguales, incluso en el software, pero nos tienen acostumbrados a consumir, y en mi caso con el iPhone, no he caido en la trampa, y además me he ahorrado cerca de 100 euros.

Para celebrar mi honomástica y estrenar el nuevo cacharro, decidimos pasar el día del sábado en el Parque de Atracciones de Madrid con la familia. Antes de salir de casa le pregunté a mi mujer «¿me llevo la (cámara) compacta?» a lo que me respondió con sus modales característicos en temas de fotografía «ni se te ocurra… es tu cumpleaños y hoy vas a pasar el día con tu hijo» bueno… tal y como se pone a veces, es mejor no discutir. Pero rápidamente pensé «si ocurre algo digno de fotografiar, llevo el iPhone que tiene cámara» «vamos a ver hasta donde da de si».

Es curioso como cambia la vida, y a que rapidez. Durante el trayecto de unos 20 minutos desde casa hasta la Casa de Campo, tuve la oportunidad, junto con mi mujer, de explicar a mi hijo donde iba, lo bien que se lo pasaría con alguna de las atracciones y cacharros que recordaba, incluyendo por supuesto la casa de los espejos, el «tren de la bruja», los barcos y coches teledirigidos, y otras famosas atracciones de la niñez de la que se ha venido a llamar la «generación X» de los 70.

montaje_iphone

©Andrés López / countrysessions.org

Hacía muchos años que no pisaba el Parque de Atracciones de Madrid. Pasan los años sin darte cuenta, y si bien es cierto que he visitado otros recintos similares, este de Madrid no había vuelto a visitarlo desde hacía 15 años o más. Y la sorpresa fue monumental. No queda nada de aquellos cachibaches de mi niñez. Todo ha evolucionado, nada es igual. Tan solo el gran carrusel tiovivo, que se ha respetado debido a su valor histórico y artístico y al que prácticamente nadie se sube. ¿Donde está la casa de los espejos donde tanto te reías con las deformaciones de tu cara y tu cuerpo? ¿y el gran tunel del espacio, donde pasabas un rato de miedo?… a cambio, ahora el visitante dispone de sofisticadas montañas vertiginosas con rizos imposibles y descarga de adrenalina asegurada, el tren de la bruja se ha convertido en un simplón paseo en barquita para niños de 3 a 4 años, los famosos «siete picos» donde un chaval de 7 u 8 años podía subirse sin morir aterrado, se han convertido en una montaña rusa solo apta para adultos que no sufran del corazón (verídico, lo especifica en una tabla a la entrada) y todo al «módico» precio de cerca de 30 euros por barba, con lo que una familia de tres miembros como es la mía, el día de marras se dejó más de 150 euros entre pulseritas de entrada, algún que otro helado, y unas bebidas.

El hecho es que ahora mismo el Parque de Atracciones de Madrid no me ha gustado nada, y a mi hijo de 7 años tampoco. El espacio destinado a la infancia es para niños e 3 o 4 años, demasiado «infantil«, y la alternativa para niños más mayores es el resto, osea para adultos no propensos al infarto. Bueno, siempre estarán las atracciones acuaticas, cuyo único atractivo y fin es mojarse en una caida libre contra el agua… me pregunto que gracia tendrá mojarse completamente y estar todo el día paseando con los pies haciendo pedorretas dentro de las zapatillas…

iphone_8

©Andrés López / countrysessions.org

¿Qué si hice fotos? Pues si, la verdad es que con la iPhone no pude resistir el gusto de darle «al botoncito» de su cámara integrada. Estaba claro que era inevitable. Realmente me sorprendió la versatilidad que te da tener un cacharrito como este con cámara integrada en una situación donde no tienes cámara. Todas las fotografías que ilustran esto (y algunas más)  fueron realizadas ese día con mi iPhone.

Moraleja de todo esto: prefiero mi «antigua» iPhone 3G cuando acaba de salir la 3GS, igual que prefiero el antiguo Parque de Atracciones al que encontré el otro día.

Cuando la modernidad no aporta nada nuevo, no hay que estar de acuerdo ni asumirla como «es lo último, es lo mejor«.

Enviado desde mi iPhone

©Andrés López / countrysessions.org