Dos horas de fotografía en el río Tozo.

Digo aparentemente dos horas, porque ojalá que la actividad del fotógrafo de naturaleza fuera tan sencilla. Porque previamente nos pasamos por allí, sin cámara ni nada, la tarde anterior para ver cómo estaba la zona, ver qué podía dar de sí el día siguiente y dónde podíamos situarnos para no ser vistos y molestar lo menos posible a la fauna. Además,  los caprichos del inestable tiempo primaveral nos obligaron a aplazar nuestra primera cita por causa de la lluvia.


©José Nieto / countrysessions.org


©Pablo S. Torras / countrysessions.org

Pero la elección del lugar nos es una mera casualidad. Esta zona ha sido pateada durante varios años por mi compañero Jose Nieto, que anteriormente ha estudiado los mapas, ha  hablado con los ganaderos y guardas de las fincas de la zona, y el que que me fue descubriendo todas las posibilidades de los rincones del lugar,  a qué hora y por dónde sale el Sol, cómo puede incidir la luz sobre el objetivo, cuáles son los primeros movimientos de los animales en estas primeras horas, y hasta un estudio también preliminar, en los libros, sobre las costumbres de los animales y qué cosas no hay que hacer para no molestarles en esta época del año.


©José Nieto / countrysessions.org


©José Nieto / countrysessions.org


©Pablo S. Torras / countrysessions.org

No hay que dejar nada a la improvisación… o lo menos posible. Cómo dice el consejo “Que la inspiración me pille trabajando”. Cuando al final, con el frío del amanecer, escondido tras la red de camuflaje, hasta el punto que discretamente tuve que alejar a un rebaño de ovejas para no se la comieran, tuve diez minutos de gloria que no me podía creer y que tuve que frotarme los ojos para dar crédito a ello. Poder observar de cerca un alimoche bebiendo agua bajo el amparo de las ovejas. Anteriormente se escaparon unas desconfiadas cigüeñas, quizás vislumbraran el brillo de alguna parte del equipo, tuve que desistir de fotografiar unos esquivos patos y cigüeñuelas para no delatar mi posición, ya que su proximidad era tal que hasta el mínimo sonido del obturador de la máquina hubiera sonado para ellas como la alarma del repiqueteo de un campanario.

©Pablo Torras y José Nieto / countrysessions.org