15 años tras el rastro de la Luétiga (1ª parte)

Durante las próximas semanas, y a lo largo de tres capítulos, vamos a contar la historia, todavía incompleta, de la persecución y ejecución de una fotografía a lo largo de los años. Nuestro fotógrafo Andrés López, obsesionado con un encuentro fortuito hace 15 años con unas lechuzas en Segovia, narra su obsesión por conseguir una fotografía de esta bella rapaz nocturna.

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©Andrés López / countrysessions.org

La primera vez que tuve un contacto real y directo con la Lechuza común (Tyto alba), conocida también como Luétiga, y también en algunos sitios rurales como el Fantasma del campanario, o Espíritu del desván, fue hace 15 años. En aquellos días, nunca había visto una lechuza en libertad, salvaje, y tan solo podía conocerla por los libros y en algún zoológico.

En aquella primavera de hace 15 años, en la comarca de Tierra de Campos, en Segovia, un vecino me vino a buscar corriendo a casa. Tenía que ir rápidamente a su casa, ya que en la leñera de su corral, se había encontrado al llegar tres o cuatro pájaros grandes que chillaban mucho y no se atrevía a entrar. Por aquella época empezaba a usar la cámara fotográfica como algo más que una herramienta de trabajo, y me acerqué con el hombre a ver que era aquello, y si era posible, hacer alguna fotografía.

Evidentemente, los misteriosos pájaros eran pollos de lechuza. En la ausencia del vecino durante el invierno, una pareja de lechuzas había accedido a la leñera a través de un pequeño ventanuco de madera, y en el mismo alfeizar interior de la ventana habían criado a cuatro polluelos, que cuando los ví, ya habían tirado todo el plumón y prácticamente estaban dispuestos para salir al mundo exterior.

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Paisaje típico cerealista de la comarca de Tierra de Campos, en Segovia
©Andrés López / countrysessions.org

Ver aquel grupo compacto y apelotonado de polluelos de lechuza asustados ante mi presencia, silvando de forma amenazante, fue una experiencia muy intensa. Realicé tan solo dos fotografías en película negativa, y no quise molestar más. Ya fuera, le expliqué al vecino que eran lechuzas, que no hacían nada, que eran muy beneficiosas por la cantidad de roedores que cazan, y que si las dejaba unos días tranquilas se irían todos los pollos sin ningún problema.

Aquellas dos fotografías que hice, me han acompañado desde entonces en mi memoria. Siento decir que no puedo mostraroslas. Los negativos los extravié, y salvo la copia en papel que hice en su momento (que a día de hoy está enmarcada y colgada del Salón social del pueblo) y otra copia enmarcada que regalé al «casero» de las lechuzas (en agradecimiento por dejarme disfrutar de aquellos minutos) nunca más he vuelto a poder disfrutar de aquellas imágenes.

Durante todo este tiempo, todos los años he anhelado volver a encontrar en alguna casa del pueblo un nido de lechuza. Y el caso es que las lechuzas todo este tiempo han estado presentes en el nucleo urbano. Casi todos los veranos, por la noche, las veía pasar volando, para aquí o para allá, o las oía en la oscuridad chillando con ese espeluznante y lastimero quejido que emiten. Incluso alguna noche pude ver algún ejemplar posarse brevemente en la antena de alguna casa, o en la parte superior del muro del frontón de la plaza.

Si bien durante todos estos años no he vuelto a encontrarme con una situación similar en el pueblo, según ha avanzado el tiempo también ha avanzado y crecido mi interés por la fotografía de naturaleza, mis conocimientos sobre esta, y por supuesto la técnica y el equipo. No ha sido ni una ni dos las ocasiones en las que he comentado mi desdicha por no haber podido hacer mejores fotos aquel día en la leñera; o la desgracia de no aparecer ahora una situación similar a la que sucedió en aquel momento, porque hoy podría hacer, por más conocimiento y mejor técnica, fotografías de más calidad.

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©Andrés López / countrysessions.org

El año pasado, durante el verano, ocurrió el esperado lance. Algunos dirán que es el destino, otros casualidad, o quizás la alineación de los astros, pero el hecho es que después de 15 años, volví a encontrarme con las lechuzas. Una noche de agosto de hace dos veranos, dando un paseo, tras una puerta metálica, escuché el siseante y lastimero canto de una lechuza. Me dió un vuelco el corazón. ¡Por fin! después de tantos años, la rapaz nocturna estaba a unos pasos míos detrás de aquella puerta. El lugar era una vieja nave agrícola cerrada desde hace unos pocos años por fallecimiento del propietario.  Durante las siguientes noches, propuse el paseo nocturno con los niños, con el fin de intentar averiguar si la lechuza que había oido en aquel viejo cobertizo era una presencia eventual o si se mantenía allí. Y durante todos los días de veraneo, pude disfrutar del sonido de la luétiga tras la puerta metálica. Incluso alguna noche, había tal escándalo, que podría ser que hubiera más de una.

En Segovia, a finales de agosto, a partir de las 20,00h de la tarde ya no hay quién pare del frío que hace. Durante ese verano del pasado año, dando a su fin mis vacaciones, y llegando el frío de septiembre, dejaron de oirse las lechuzas. Como si el frío hubiera enmudecido a las aves, desapareció su sonido tras la puerta metálica. Nunca llegué a entrar en el recinto. Estaba cerrado y sin el propietario disponible para pedir permiso, me limité a maldecir mi mala suerte, y a la vez, agradecer todas esas noches de verano en las que pude disfrutar del sonido de la lechuza tan cerca.

Las lechuzas son rapaces nocturnas muy tímidas y sigilosas. A pesar de ello, normalmente se las relaciona con los nucleos urbanos rurales, donde utiliza campanarios, desvanes o «sobraos» y edificios en deshuso para criar a sus polluelos. Normalmente buscar a la lechuza es un trabajo muy difícil, ya que puede estar en cualquier pequeño hueco en las alturas de un edificio, sin apenas saber que se encuentra allí. No obstante, los usuarios de la casa podrán adivinar que tienen de inquilina a la lechuza porque durante las primeras horas del ocaso, es habitual que el animal (siempre el macho) se pase varias horas siseando y produciendo escalofriantes ruidos, que ponen los pelos de punta. Esto les dió muy mala fama en la antiguedad, ya que se creía que eran portadoras de malos augurios, o incluso se las confundía con espíritus o fantasmas que habitaban en los desvanes, asustando durante la noche a los niños.

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Mochuelo común (Athene noctua)
©Andrés López / countrysessions.org

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Autillo (Otus scops)
©Andrés López / countrysessions.org

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Buho de Anteojos (Pulsatrix perspicillata)
©Andrés López / countrysessions.org

Siempre me han fascinado las rapaces nocturnas. De hecho en estos últimos años, he fotografiado a varios ejemplares de esta familia de aves, y sigo buscando las especies que me faltan en el archivo. Creo que esa fascinación viene dada por lo misterioso de su vida y existencia.

Pero si tengo que agradecer a algo o alguien la fascinacion por estos animales es a la adquisición de un libro en el año 1995, que ha sido uno de los mejores libros sobre rapaces nocturas de europa que se han publicado jamás: «Rapaces Nocturnas de Europa«, del autor Heimo Mikkola y editado por la Editorial Perfils. El libro (está difícil de encontrar ya. Agotado en muchos sitios) originario de finlandia, y traducido al castellano, repasa con mucho detalle todas las especies europeas de esta familia de aves, con un nivel de profundidad en su biología, fascinante. En su introducción, Iñigo Fajardo (conocido especialista en estas aves en España) escribía:

«…Los humanos vivimos en un mundo de luces y colores. Definimos nuestra existencia en función de la luz, natural o artificial, y cuando ésta desaparece, lo hace también nuestro bienestar. Es entonces cuando el velo de las tinieblas invade con miedo e inseguridad a pequeños y mayores. Es el mundo de la noche, que ha cautivado la atención de nuestra especie desde lo más remoto de los tiempos… Cuando se traspasa la frontera que separa ambos mundos, todo es distinto. Ya no es la luz, ni el color, sino leves susurros, sombras y olores los que imponen sobre los seres vivos que habitan el reino de la penumbra..

Creo que estos párrafos me han acompañado durante muchos años en mi cabeza, porque acertaban de lleno con mi sensación de que estos animales viven en un planeta distinto al nuestro, donde no importa la vista ni la luz.

¿Qué estaba pasando detrás de esa puerta metálica? ¿Qué estarían haciendo estos magníficos animales a pocos metros de mi, en total oscuridad? La imaginación es poderosa, y la fascinación por ver, observar y por supuesto fotografiar en su ambiente a las lechuzas se hizo muy presente durante este último año en mis futuros proyectos fotográficos.

©Andrés López / countrysessions.org

En el próximo artículo, nuestro fotógrafo Andrés López, describirá su encuentro con las lechuzas, y los primeros intentos por fotografiarlas durante la noche.


Articulo perteneciente a la serie
15 Años tras el rastro de la Luétiga
  1. 15 años tras el rastro de la Luétiga (1ª parte)
  2. 15 años tras el rastro de la Luétiga (2ª parte)
  3. 15 años tras el rastro de la Luétiga (3ª parte)